Tierno (2004) define esta etapa como el despertar de la
vida, en la cual el niño deja de lado la motivación externa porque no la
necesita, sino que utiliza su creatividad y energía en nuevas y útiles tareas
para sentirse como una persona mayor, porque le gusta que lo traten como tal.
El niño de 9 años tiene mucha
energía y la enfoca a tratar de lograr independencia frente a sus padres y
maestros; se interesa por las colecciones, series y películas de diversión,
tiene además el deseo de vivir y experimentar cosas extremas.
A los 10 años nos encontramos a un niño más desenvuelto, contento
consigo mismo y sin dificultades para relacionarse con los demás. Algunas
manifestaciones propias de esta etapa es que llora menos y los miedos
desaparecen poco a poco; puede ser más cooperativo, afectuoso y expresivo con sus padres. En el colegio es
activo y participativo, es decir, no se preocupa mucho de sí mismo y puede
llegar a mostrarse desordenado y descuidado en cuanto al aseo personal.
A los 11 años encontramos a
un niño más sensible, con frecuentes cambio de humor,
irritable y agresivo. Empieza a resistirse al deseo de los padres, a veces
puede llegar a no controlar sus emociones y estados de ánimo, alterando esto la
dinámica familiar y llevando una relación más hostil con sus hermanos. También
hay una curiosidad insaciable y está lleno de energía.
En esta etapa inicia la
búsqueda de sí mismo, empieza a tener un espíritu más crítico de su entorno
familiar y de su entorno social.
Cuando empieza la pubertad,
a los 12 años, aparece una
serie de cambios biológicos y corporales en la persona, con una fuerte
presencia más en las mujeres que en los hombres, pues estos cambios surgen más
tardíamente en ellos. Este fenómeno abre las puertas a muchos cuestionamientos
en el niño que empieza a dejar de ser niño, sobre todo en la línea de su
identidad. De modo que, a nivel externo la persona sufre cambios que lo hacen
distinto -tanto en la mujer como en el hombre -, es decir, se alcanzan cambios físicos sobre todo en dos
planos: sexuales primarios (órganos sexuales) y sexuales secundarios (vello,
cambio de voz, glándulas mamarias) y junto con esto se da la identificación
sexual correspondiente a su ser sexuado.
En el plano cognitivo se alcanza más el pensamiento
hipotético-deductivo y se han tenido suficientes experiencias para distinguir
lo bueno de lo hostil, lo cual le lleva a que su conducta sea intencionada y
más coherente (Cabanyes, 2010).
Psi.
Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite.
Director
General de Areté.
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