En esta etapa se ha entrado
a la adolescencia y surgen preguntas claves que quieren consolidar la
identidad: ¿Quién soy?, ¿Qué estoy haciendo aquí?, ¿Qué llegaré a ser?, pero
éstas cuestiones no necesariamente se resuelven o si lo hacen, resulta ser de manera
inadecuada. De manera que la primera
tarea a realizar por el
adolescente es la de asimilar la nueva percepción de su propio cuerpo, porque
la imagen de su cuerpo se desarrolla a partir de diversas percepciones, como la
de sus amigos, familia y, por supuesto, su principal aliado, el espejo, donde
visualiza sus propios cambios (Tierno, 2004).
Esta es una etapa de “baja
tolerancia” en la que se puede sentir vergüenza de los padres, encontrando
alguna forma de rebelión, ya sea escapándose de la casa, alejándose de la
Iglesia teniendo pensamientos negativos, pesimistas e incluso ideaciones
suicidas. (Tierno, 2004). Es en este momento donde se cuestionan los valores
familiares e institucionales y la rebelión frente a los padres incluye la
rebelión frente al Dios de los padres, que puede traer como consecuencia, una
crisis de fe.
Dicha crisis puede ser
provechosa, ya que el adolescente puede comprometerse con un Dios que actúa
diferente a sus padres falibles y que ama mucho más de lo que pueden amarle los
padres. Es importante tener en cuenta que cuanto más cercanos sean los lazos
con los padres, mayor podría ser la vivencia de la fe en el adolescente. La
crisis es necesaria para que el adolescente dé forma a sus propios valores, por
tanto, en el adolescente la crisis y el conflicto son normales, pues será
difícil que sea tolerante si en su interior no está seguro de quién es y del
rol que ocupa entre los otros (Erikson, 1985).
En consecuencia, el
adolescente deberá aprender a escoger aquellas formas sanas de vivir que
definan su personalidad, dándoles sentido a sí mismo y a los demás. Durante
esta etapa el hombre y la mujer buscan su identidad de diversas maneras. En el
caso de las mujeres se origina en la
infancia, en la que el principal nutriente es la madre. Las niñas experimentan
su identidad sexual como algo continuo o en conexión con sus madres. En cuanto
los hombres, su identidad sexual se define al verse diferentes o separados de
sus madres. Por esta razón, la identidad masculina tiende a definirse por la
separación, mientras que la femenina lo hace a través de la conexión.
Ahora bien, la primera causa
de perturbación en los adolescentes, además de su cuerpo y sus relaciones
amorosas, es la inhabilidad para decidir una identidad ocupacional o profesional,
incluso para definir su propia vocación, que desde siempre ha tenido inscrita
en el corazón. Se empieza también la difícil tarea de la aceptación
personal, pues hay muchas cosas que no le gustan de sí mismo ni de su relación
con los otros. Junto con esto va el hecho de descubrir y experimentar a un Dios
que ama al joven tal como es, incluyendo la peor parte de sí mismo; que acepta
lo que no acepta de sí mismo, para darle armonía y estabilidad a esta imagen
personal, porque la aceptación es la principal fuente de un crecimiento sano,
virtuoso y feliz.
En síntesis, las áreas más
importantes durante la adolescencia son el desarrollo sexual en que el niño y
la niña se identifican con el padre del mismo sexo; la pertenencia a un grupo o
núcleo social donde hay afirmación de las mismas experiencias, conflictos y
dudas de los adolescentes; y la formación de los propios valores morales,
decisiones de creer o no creer en Dios.
Por último, hay que tener en
cuenta que pueden existir daños en el desarrollo sexual, por ejemplo, el abuso
sexual, cuyos efectos de éste pueden variar de persona a persona. Sin embargo,
pueden tener obvias consecuencias a futuro. A esto le añadimos las heridas más
comunes en la adolescencia: daños sexuales, pérdida de un amigo, malos resultados
académicos, angustia por enfermedad, tristeza por las discusiones de los padres
o la enfermedad grave de algún familiar y diferencias con la autoridad. Es
posible que el adolescente pretenda calmar el dolor que le originan dichas
heridas recurriendo al sexo o a las drogas, rompiendo noviazgos, refugiándose
en el alcohol, el internet o distintas formas de
ludopatías.
Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite.
Director General de Areté.
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