lunes, 29 de septiembre de 2014

¿Quién Soy?

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Esta pregunta invita al ser humano a  reflexionar sobre su propia identidad, es decir ¿Cuál es el sentido de su vida y existencia? ¿Qué hace aquí? ¿Para qué nació y para qué vive? Son preguntas fundamentales que todo hombre tiene en lo más hondo de su ser y que vale la pena que las responda con sinceridad. Resulta importante señalar que hoy en día en nuestro mundo secularizado hay muchos que se niegan hacerse dichas preguntas y cuestionamientos.  

Reflexionar sobre su propia identidad es responder a los cuestionamientos hondos que todo ser humano tiene en lo mas profundo de su ser. Desde siempre en el mundo se ha intentado responder a dichas preguntas, pero hoy en día son muchas las maneras de responder al sentido de la vida del hombre. En la sociedad actual son muchos los modelos de vida sin Dios, la fe de muchos es puesta a prueba. Dichas respuestas falsas o parciales dejan al hombre insatisfecho y sin una base sólida para su vida y decisiones. La experiencia del vacío existencial lo demuestra.

Dicha pregunta crucial para el ser humano sólo encuentra su respuesta en el Señor Jesús, camino, verdad y vida[1]. En Él «se aclara verdaderamente el misterio del hombre», Él «manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre su altísima vocación»[2].

Se trata entonces de buscar encontrarse con el Señor Jesús para conocerlo y amarlo. Este encuentro lleva al ser humano al conocimiento y encuentro personal plenificante, así como el recto amor de uno mismo.

Resulta fundamental que el hombre se relacione con Jesús como lo que es, una persona concreta que sale a su encuentro, que lo llama, lo convoca, lo invita a ser su amigo.  Y es que el conocimiento personal no lo podemos reducir a algo simplemente psicológico. El conocimiento personal parte del conocimiento de Dios e implica reconocer al ser humano como unidad bio-psico-espiritual.

Hoy en día el hombre vive alejado de Dios y de él mismo, vive muchas veces alienado y despersonalizado, huyendo de sí mismo y del ser supremo. No es raro que utilice máscaras, que se aferre a roles y que el estudio o el trabajo lo esclavicen. Con asombro presenciamos nuevas adicciones de distinto tipo.

La pregunta ¿Quién soy yo? es una invitación a plenificar la existencia viviendo la libertad, la autenticidad y el amor a Dios, a uno mismo, a los demás, y al universo entero.  


Humberto Del Castillo Drago
Sodálite
Psicólogo
Director General de Areté.



[1] Jn 14,6
[2] Gs 22

lunes, 22 de septiembre de 2014

Seguridad y Significación



Cuando hacemos silencio, entramos en nosotros y nos damos cuenta que poseemos en lo más hondo de nuestro ser  los dinamismos de permanencia y despliegue. Somos invitados a vivir cotidianamente según esos impulsos con los cuales nos crearon. El drama del ser humano, hoy en día, empieza porque vive alejado de su Creador y de sí mismo al decodificar erradamente dichos dinamismos constitutivos.

Los dinamismos fundamentales se traducen psicológicamente en dos necesidades que son percibidas como tales: Necesidad de seguridad y de significación, que buscamos saciar ya que “el hombre no puede ser feliz si no colma sus necesidades fundamentales de seguridad y significación”.[1]

El ser humano busca ser y permanecer siendo, por ello necesitamos que nuestra vida tenga una base, un sustento. Esa es la necesidad de seguridad. Dicha necesidad sólo se llena verdaderamente cuando elegimos satisfacerla según una escala de valores que responda objetivamente a nuestro dinamismo fundamental de permanencia. Uno vive libre, sin miedos, sin máscaras en la medida que está en contacto con su propia identidad, cuando su vida está fundamentada en el SER POR EXCELENCIA, en Dios, en su amor.

El dinamismo de despliegue nos conduce a la comunicación, a la amistad, a la donación, al amor. Dicho dinamismo se proyecta en gran parte en la necesidad de significación como expresión de la aceptación de sí mismo y del amor. La significación nos conduce a ver la vida como un horizonte de realización de plenitud que se alcanza por el esfuerzo cotidiano. Es decir, percibir la vida de cada uno como realmente valiosa y fecunda, encontrarle sentido a mi existencia, valorarme y que me valoren. Amar y ser amado.

La infelicidad de muchos se entiende desde la profunda desorientación en que vive, alejado de sí mismo, sin entenderse ni entender a los demás, cerrado al SER trascendente y a sí mismo, sin considerar lo importante que es decodificar adecuadamente sus dinamismos y necesidades fundamentales.



Humberto Del Castillo Drago
Sodálite
Psicólogo
Director General del Centro Areté




[1] Camino hacia Dios No. 37, Ser Auténtico. 

viernes, 12 de septiembre de 2014

Dependencia Emocional



1.    Invitados a la permanencia y el despliegue viviendo el amor:

Al abordar el tema de la dependencia afectiva o emocional es clave recordar que como seres humanos poseemos dos dinamismos fundamentales (permanencia y despliegue) y dos necesidades psicológicas (seguridad y significación) que nos invitan a vivir cotidianamente el amor.

Somos seres para el amor y el encuentro. ¿Qué significa esto? Que hemos sido creados, que existimos para vivir el amor, la comunión, la donación y entrega a los demás.

Todo ser humano entonces tiene la capacidad de amar y dar cariño.  Obviamente este tema del amor está íntimamente relacionado con la estima de sí mismo, recta valoración personal o lo que algunos llaman autoestima.

El drama del ser humano se agudiza cuándo nos olvidamos que DIOS, nuestro creador, nos ama sin límites, infinitamente.

Por eso, buscamos el sentido de nuestra vida en lugares equivocados. Tomamos cualquier agua cuando sentimos sed y nos olvidamos de quién es el Agua Viva.

La Dependencia emocional muchas veces empieza con la pérdida de norte de mi existencia, es decir, no sé para qué existo,  o cuál es el sentido de mi vida.
También muchas veces busco el amor o cariño desordenadamente exigiendo ser el centro del mundo y tener yo toda la atención de las personas que están a   mi   alrededor.  

2.    ¿Qué es la dependencia emocional o afectiva?:

Distintos autores definen la dependencia emocional como un patrón crónico de demandas afectivas frustradas, que buscan desesperadamente satisfacerse mediante relaciones interpersonales estrechas.

El dependiente tiene una carencia o vacío, una herida afectiva-emocional, por tanto, muchas veces sin darse cuenta, reclama afecto, cariño y valoración. Dichos reclamos se llaman también demandas. En este caso son demandas de afecto, de atención.

Es importante resaltar que dichas demandas o reclamos son muchas veces no conscientes, es decir, la persona no se da cuenta de sus reclamos.

Él busca desesperadamente llenar dichas carencias en su relación con otras personas. No se da cuenta que depende de ellos. No se da cuenta que está apegada a ellas: es decir, que tiene un apego desordenado a tal o cual persona.

El dependiente emocional o afectivo  quiere disponer continuamente de la presencia de la otra persona como si estuviera “enganchado” a ella.

Llamará continuamente a su pareja al trabajo, le pedirá que renuncie a su vida privada para estar más tiempos juntos, demandará de ella atención exclusiva y todavía le parecerá insuficiente, etc.

No debemos perder de vista que el motivo subyacente no es la posesión o el dominio, sino la tremenda necesidad afectiva de estas personas. En cualquier caso, es comprensible la sensación de agobio que produce en sus parejas o amigos.   

La persona dependiente magnifica, exagera el hecho de ser querido. Depender de alguien de una forma enfermiza no es amor, es una adicción psicológica.  Un amor auténtico no es adictivo, no posee, ni destruye la identidad del otro.

El sentimiento de dependencia es una forma de esclavitud.  La persona dependiente es esclava de los sentimientos con los que el “otro” le adorna. Para amar hay que ser libres, porque si uno no se tiene a sí mismo no puede darse a los demás.

En estos casos la necesidad de la pareja o del amigo o hijo es realmente una dependencia como se produce en las adicciones, lo que genera que el otro se sienta con frecuencia invadido o absorbido. El otro se siente saturado, sin espacios personales.

Sus relaciones no llenan el vacío emocional que padecen, pero sí lo atenúan.

Estas personas están tan poco acostumbradas a quererse y a ser queridas que no esperan cariño de su pareja, simplemente se enganchan obsesivamente a ella y persisten en la relación por muy frustrante que ésta sea.


3.    ¿Cómo surge la Dependencia?:

Las dependencias pueden surgir por  una combinación de factores. 

En primer lugar hay que mencionar el tema de la Estima de sí y la búsqueda de sentido de la vida.  Si no me valoro o percibo que no me valoran normalmente busco esa valoración en algún otro lado. Hoy se ha perdido en muchas casos el entender al Creador como quién orienta nuestras vidas e incluso que es el que le da el sentido a nuestras vidas. Existe un Plan de Dios, un designio amoroso para cada uno de nosotros.

Su pobre estima de sí, y la elección frecuente de parejas explotadoras conducen al dependiente emocional a una continua y progresiva degradación. Tienen que soportar desprecios y humillaciones, no reciben verdadero afecto, en ocasiones pueden sufrir maltrato emocional y físico, observan continuamente cómo sus gustos e intereses son relegados a un segundo plano, renuncian a su orgullo o a sus ideales, etc. Su papel se basa en complacer el inagotable narcisismo de sus parejas, pero lo asumen siempre y cuando sirva para preservar la relación.
Dicha subordinación es un medio, y no un fin. Los dependientes emocionales se dan para recibir por su terrible anhelo de mantener la relación, igual que el jugador patológico gasta todos sus ahorros por la irresistible necesidad de continuar jugando.

Necesitan excesivamente la aprobación de los demás. Por supuesto, a medida que el vínculo es más relevante la necesidad es mayor, pero también hay cierta preocupación por “caer bien” incluso a desconocidos. Lo excesivo de esta necesidad genera en ocasiones rumiaciones sobre su aceptación por un determinado grupo, empeños en tener una buena apariencia, o demandas más o menos explícitas de atención y afecto.

Al no sentirse valioso, una persona puede buscar quién lo reconozca y lo adule. La falta de estima de sí, de sentido de su vida y el concepto negativo de sí mismo facilitan el desarrollo de una  dependencia emocional con alguien que le demuestra admiración.

Quien depende del otro se niega la posibilidad de amarse a sí mismo. No se puede amar a uno mismo si uno nunca ha sido adecuadamente amado ni valorado por las personas más importantes en su vida. Es tan poco el amor que se tiene alguien que depende de otro que, a pesar de lo autodestructiva que es la relación y el enorme sufrimiento que le causa, no es capaz de renunciar al otro. Está dispuesto a tolerar hasta la mayor de la humillaciones con tal de no perderlo. 

La persona apegada se estanca, se olvida de sí mismo. No es capaz de asumir su propia vida y por eso utiliza el apego como una fuente de seguridad.

Si una persona no se quiere a sí misma proyectará ese sentimiento y pensará que nadie podrá quererla. El amor se refracta siempre en lo que somos. El miedo al desamor (carencia afectiva) se transforma en necesidad de ser amado.

La persona dependiente o apegada buscará pertenecer a un grupo de referencia para poder “sobrevivir psicológicamente”

Es importante mencionar la importancia de los padres y de la familia como el lugar donde se educa nuestra capacidad de amar.  Son nuestros padres los primeros que nos aman. Es en nuestra familia donde aprendemos a manifestar nuestras emociones y afectividad.

Definitivamente la familia influye en el desarrollo del sentimiento de dependencia o en la autonomía o independencia.  

Otro factor puede ser la sensibilidad o el temperamento de la persona. Un  chico frágil e inseguro puede ser más  vulnerable al desarrollo de una personalidad dependiente.

  
Humberto Del Castillo Drago.

Sodálite
Psicólogo
Director General del Centro Areté.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El Hombre como ser siendo-desplegándose











Tú y yo, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, es decir, a participar de la naturaleza divina. Dios es el que ES y vive su unidad divina en un dinamismo de eterna y mutua entrega entre las Personas divinas, un perpetuo despliegue interior de amor, por ello afirmamos que Dios es AMOR.

Sin embargo, no es raro constatar que hoy en día el hombre contemporáneo vive alejado de su ser más íntimo, en un dinamismo de fuga y compensación, de stress activista, de rutina deshumanizante. No es raro que vivamos fuera de nosotros mismos, inmersos en un mundo globalizado y consumista. Qué importante resulta hacer un alto y pensar en nosotros mismos, reflexionar, cuestionarnos: ¿Hacia donde vamos?, ¿Qué estamos haciendo con nuestra existencia?

Dios, que es  SER y AMOR, ha sellado nuestra mismidad con dos dinamismos fundamentales: la permanencia y el despliegue. El dinamismo de permanencia es el que lleva al ser humano a asegurar la permanencia en el ser  y en la propia identidad. Es un impulso que lleva al ser del hombre a querer permanecer siendo. Tal experiencia, hecha conciencia, no es un elemento aislado, es la constatación de un fundamento que re­mite hacia, que reclama el enraizamiento fundante en aquello a lo que ese dinamismo de permanencia res­ponde, en aquello en que se funda. La raíz más profunda del ser humano se encuentra en ese dinamismo, que —análogamente— a imagen de Dios es acto —en este caso originado, pero de todas formas acto— portador de un dinamismo teleológico; es decir orientado dinámicamente a su fin, a su perfección y precisamente acto de permanecer siendo lo que es.

¿Qué es Despliegue? Es el dinamismo que lleva al ser humano a desplegar su ser realizando las virtualidades de su naturaleza en el amor y, por tanto, a poner por obra la misión para la cual ha sido creado. El amor signa este dinamismo, manifiesta esa carac­terística de apertura hacia. También está marcado por la teologalidad y, por ello, para ser recto, debe estar en sintonía con la dirección a la que apunta y expre­sar su sublimidad. Así es como se realiza auténtica­mente.

Los dinamismos fundamentales tienen su fundamento en la Trinidad, se sostienen en la Trinidad y tienden a la plena comunión y participación en el amor trinitario.

Estos dinamismos son complementarios, nunca opuestos, y poseen una radical unidad; su unidad se expresa en el hambre de infinito. El que no sabe quién es, no puede amar a plenitud, así como el que fuga o evade la realidad no puede realizarse.

Hoy en día somos invitados a poseer nuestro ser, a ser señores de nosotros mismos, a vivir la virtud, la auto posesión, desplegándonos en el amor y la amistad cotidiana. Vivamos en nuestra vida diaria decodificando adecuadamente nuestros dinamismos de permanencia y el despliegue.

Humberto Del Castillo Drago
Sodálite
Psicólogo
Director General del Centro Areté