martes, 30 de agosto de 2016

Historia personal y Heridas Afectivas

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En la vida e historia personal hay distintos hechos y acontecimientos que influyen en el desarrollo y vivencia de la afectividad que no necesariamente se buscan, tal vez por la corta edad, la ingenuidad, impulsividad e inconsciencia. Simplemente se dieron. En dichos acontecimientos juegan un papel fundamental los padres. Sarráis (2013) explica cómo la adecuada conjunción de cariño y normas estables crea el ambiente educativo más favorable para la educación de la madurez.

Como se entiende la familia es la primera escuela de amor y afectividad. Se reconoce el rol fundamental de los padres en la educación de la afectividad de los hijos. Son los padres los primeros invitados a educar integralmente a sus hijos, y claro está que la educación de los sentimientos ocupa un lugar fundamental. Sin embargo, los padres no necesariamente están formados para educar la afectividad de sus hijos. Es más, hoy existe bastante ausencia emocional por parte de los padres, que están dedicados a trabajar y trabajar en busca de los recursos económicos necesarios para el sostenimiento del hogar; se constatan problemas de comunicación entre los padres o de los padres con los hijos; infidelidad conyugal; abuso emocional de padres a hijos; sobreprotección, más que todo materna, etc.

Hay otros dos puntos importantes para la educación de la afectividad de cualquier persona: la relación con sus hermanos o familiares más cercanos, después de los padres, los hermanos y primos cercanos son los primeros amigos; y el espacio de afectividad y amistad en la escuela o colegio, donde la relación con profesores y compañeros se convierte en otro espacio privilegiado para educar la afectividad.

Al revisar la propia historia personal, el ser humano descubre distintos hechos y acontecimientos que influyen en la vida actual y, claro está, marcaron la afectividad. Si quiere ser feliz, está invitado a madurar integralmente como unidad Bio-Psico-Espiritual. Dicha madurez implica un conocimiento personal, una aceptación y reconciliación de la historia personal para vivir el instante presente con libertad interior. No puede cambiar el pasado, pero sí puede aceptarlo y ponerlo en manos de Dios. Tampoco puede dominar el futuro: aunque puede planear y prever, sabe que no necesariamente las cosas van a salir como las planifica. Lo único que le pertenece es el momento actual: sólo en el instante presente establece un auténtico contacto con la realidad.

Por todo ello es que resulta fundamental vivir una actitud de aceptación y de reconciliación frente al pasado; de esta manera, vive con libertad el instante presente. Rojas (2011) afirma que el hombre maduro es aquel que ha sabido reconciliarse con su pasado. Ha podido superar, digerir e incluso cerrar las heridas del pasado. Y, a la vez, ensaya una mirada hacia el futuro prometedor e incierto. (Pág. 203)

Psi. Humberto Del Castillo Drago
Sodálite
Director General de Areté

martes, 16 de agosto de 2016

Apertura a la Misericordia y a la Reconciliación


 

Un punto importante dentro del itinerario o proceso de reconocimiento, aceptación y perdón es la apertura al amor de Dios en nuestras vidas. No es raro que estemos cerrados a Dios, a su Plan y, claro está, a su amor misericordioso. Así que en este punto es clave que te hagas las siguientes preguntas: ¿Cómo es tu relación con el Señor? ¿Qué tan amigo eres del Señor? ¿Qué tanto le amas? ¿Qué tanto confías en su amor y misericordia? Si acepto al Señor en mi vida, me aceptaré a mí mismo. Si me acepto como soy, acepto también el amor que Dios me da. Pero, si por el contrario, me rechazo, si me desprecio, también me cierro o niego el amor que Dios me procura (Philippe, 2012).

La acogida y aceptación del perdón, la misericordia del amor de Dios en mi vida me conducen a la apertura de la cuádruple reconciliación (con Dios, conmigo mismo, con los demás y con la naturaleza). Reconciliar significa volver a juntar, reunir, unir dos partes que están alejadas, sanar, curar y juntar algo que se rompió, etc. Para efectos de la psicoterapia de la reconciliación se empieza, se acentúa la reconciliación con uno mismo, dado que la persona llega normalmente con un dolor o sufrimiento psíquico. Se recomienda entonces abrirse no sólo a la reconciliación consigo mismo sino también a las demás dimensiones de ella.

Es clave aclarar que se ha insistido en el tema de la apertura y acogida porque entendemos que éste es un proceso de apertura a la gracia de Dios, quien siempre tiene la iniciativa; y A la presencia del Espíritu. Ellos son quienes lograrán sanar y reconciliar con la cooperación de la persona. De esta manera, el presente trabajo busca ofrecer distintos medios para cooperar y avanzar en la reconciliación que finalmente se logrará por gracia de Dios.


Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite
Director General de Areté.




lunes, 8 de agosto de 2016

¿A quién se dirige el perdón?


En primer lugar a uno mismo, después a los miembros de la familia, a los conocidos y a los amigos, a los extraños, a las instituciones, y, finalmente a Dios. Desarrollemos un poco los distintos sujetos de perdón en diálogo con el libro Cómo Perdonar de Jean Monbourquette:

Perdonar a los miembros de la familia
Es el más importante; por el vínculo afectivo entre las partes y también por el tipo de conflictos que se dan en la convivencia diaria y cotidiana:

A esos padres que te decepcionaron cuando fuiste consciente de sus defectos.
A esa madre sobreprotectora que no te deja crecer.
A ese padre ausente emocional y silencioso.
A ese padre o madre alcohólica que te avergonzaba.
A ese padre o madre que te abandonó y conformó otra familia.
A ese hermano o hermana que ha ocupado tu lugar en la familia.
A ese hermano que se niega a ayudarte en un momento de apuro.
A ese hermano o hermana que fue indiferente o que te pegó, aprovechando que es más grande y fuerte.
A ese esposo ebrio que te pegaba.
A ese esposo o esposa que te fue infiel.
A tu cónyuge por sus observaciones humillantes y que siempre intenta dominarte.
A esa suegra celosa y entrometida.
A ese hijo que exige más dedicación de la que puedes darle.
A ese hijo adolescente cuya conducta delictiva te avergüenza.
A ese hijo o esa hija que se niega a plegarse a tu disciplina e incluso es violento contigo.

Perdonar a los amigos y allegados
Es frecuente esperar mucho de los amigos y conocidos, lo que suele resultar en una inmensa fuente de decepciones:

A los amigos que te han herido injustamente.
A ese amigo que te abandonó cuando lo necesitabas o al que no estuvo.
Al amigo que fue indiscreto y chismoso al revelar tu secreto.
A ese ser querido que te ha abandonado, cambiando de casa o muriéndose.
Al amigo que olvida sus promesas.
A la amiga que nunca confía en ti.
Al profesor que fue injusto y rígido.
Al rector o director que necesitaba afirmarse humillándote.
Al compañero de trabajo que te desacredita ante el jefe.
Al jefe que te hace observaciones desagradables en público.
Al superior o superiora que te dio una orden ilógica e injusta.

Perdonar a los extraños y desconocidos
Que te encuentras con ellos en la cotidianidad y te traen daños y dolores imprevistos e imprevisibles:

A ese conductor ebrio que mató a un ser querido.
A ese médico cuyo diagnóstico equivocado te ha hecho perder tu tiempo, tu dinero y tu salud.
A ese ladrón que ha violado la intimidad de tu domicilio o el que te arrebató, en un descuido, un bien tuyo.
A ese conductor que rayó o golpeó tu carro y se fue.

Perdonar a las instituciones
Resulta más difícil perdonar a una institución o asociación por su anonimato; en todo caso, tienes representantes a los cuales puedes dirigir tu perdón:

A esa empresa que te despide después de muchos años de servicio fieles.
A la Iglesia que tiene sacerdotes incoherentes.
A la comunidad religiosa, que no se preocupa por uno.

También existe el “perdón a los enemigos” que un país ha conocido en el curso de su historia, y quizá se quiera justificar la negativa pretextando la imposibilidad de ponerse en el lugar de las víctimas. Y aunque suene un poco extraño hay quienes culpan a Dios de distintos hechos de su vida. No cabe duda de que es por una teología personal negativa y por falta de conocimiento de la realidad de Dios como un ser misericordioso y justo que nos ama sin límites.

Hemos dejado para el final el perdón de uno mismo, no porque sea el menos importante o porque sea el último que debamos abordar. Hay que considerar que siempre que hay un rencor o resentimiento con alguien, normalmente también los hay con nosotros mismos. Hay algo de eso que nos pasó o nos hicieron, de lo cual yo me siento culpable o responsable. Por ello es que es importante hacerme siempre la pregunta: ¿Hay algo de esto de lo que soy culpable? ¿Me tengo que perdonar algo? ¿Qué tan responsable soy? ¿De qué me echo la culpa? ¿Qué tan objetivo es? Es clave perdonarse a uno mismo. Si Dios ya perdonó, si Dios ya dio la vida por mí, ¿Por qué yo no me perdono?

Este es un tema fundamental, debido a que no es extraño que viva según perfeccionismos y, por tanto, no admita o no acepte haber hecho algo mal. Por ejemplo, cuando una persona ve el hecho de perdonar como un fracaso, no entiende por qué falló o por qué no actuó de tal o cuál manera. También, cuando me cuesta mucho perdonarme, quiere decir que en el fondo no quiero aceptar que soy un ser humano limitado y frágil como cualquier otro. Monbourquette (1995) afirma que el perdón de sí mismo es el momento decisivo del proceso del perdón como tal, pues el perdón a Dios y al prójimo habrá de pasar por el perdón que tú mismo te concedas.

Te puede ayudar el preguntarte: ¿Por qué no te perdonas? O ¿Qué es lo que no te perdonas? Trata de resolver esas preguntas con sencillez y humildad, de manera que te puedas reconocer como un hijo de Dios con muchos dones y capacidades, pero también con debilidades y fragilidades. De igual manera, se trata de mirar y enfrentar la realidad con la mirada de Dios, con los ojos de Dios, que son ojos de amor y misericordia. Dios perdona absolutamente todo, no hay pecado que Él no perdone, no hay falta o defecto que Él no perdone, para Dios no hay nada imposible. Entonces, si Dios perdona absolutamente todo, ¿Por qué yo no me voy a perdonar?


Psi. Humberto Del Castillo Drago
Sodálite
Director General de Areté



lunes, 1 de agosto de 2016

El Padre Ausente




Cuándo llegue a vivir a Colombia ya hace más de 12 años escuche una frase que me llamo mucho la atención; “Madre solo hay una y Padre cualquier hijo de tantas”, no puedo negar la fuerte impresión que dejo en mi dicha frase. Obvió que venía de una cultura (la limeña) que siendo igual de latina que la antioqueña tiene notables diferencias. Todo esto en aquella ocasión me llevo a preguntar y a reflexionar sobre el concepto de hombre y de mujer, al igual que reflexionar sobre la paternidad y maternidad aquí en Antioquia y toda Colombia. 

Resulta que el tema del padre ausente o la negación de la importancia de la paternidad es un tema globalizado, universal digamos. Hoy en día está muy extendida la idea de que para la educación y crianza de los hijos la madre basta y sobra, que el padre es prescindible, innecesario, a veces incluso un estorbo. (Pág. 13, Padres destronados. M.Calvo)

Efectivamente es una idea que se remonta al mayo francés del 68, donde desde entonces y hasta ahora nuestra sociedad ha ido desproveyendo de VALOR la función del padre, no se les tiene en cuenta, su autoridad ha sido ridiculizada, las mujeres prescinden de ellos de forma manifiesta, lo que provoca que los hijos les pierdan absolutamente el respeto.

Se niega al padre, se niega la paternidad. Estamos ante una crisis de paternidad, y por tanto de autoridad. Dicha crisis de paternidad y de autoridad socaba obviamente la unidad y la funcionalidad de la familia. ¡No hay padre, No hay familia!

Es importante mencionar que la crisis en el concepto de paternidad es en el fondo una crisis en la identidad del Ser Humano, provocada como dice María Calvo por el desprecio hacia la alteridad sexual y la negación de la existencia de un hombre y una mujer naturales. Hoy por hoy se está imponiendo el concepto de género sobre el de sexualidad; donde se plantea que el género es producto de la cultura y el pensamiento humano, una construcción social que crea la “verdadera naturaleza” de toda persona.  No se cree en la naturaleza dada, sino en la construcción cultural creada según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asignan a los sexos; “roles socialmente construidos”. Se niega el fundamento antropológico esencial del ser humano: la alteridad sexual.

Estamos ante una sociedad y cultura que ya no espera que la mayoría de los hombres sean padres y maridos fiables, promueve una visión degradada de la masculinidad, profundamente en desacuerdo con la dignidad humana de los hombres y de las mujeres, y contraria a las necesidades de los hijos.

Es importante mencionar que el esfuerzo valido por conseguir la emancipación de la mujer parece haber traído el oscurecimiento e invalidación de lo masculino. La imagen e idea de hombre fuerte, noble, atento, caballero, servicial, seguro de sí y con autoridad ha quedado descartada y ha sido sustituida por la de hombres blandos, sensibles, incluso se podría decir maternales.

 Se considera fundamental entender el lugar del padre y de la madre, el lugar del hombre y de la mujer en la vida de cualquier Persona Humana, incluso ante quienes quieren relativizar la naturaleza e identidad más hondo del Ser Humano.

Dios mediante seguiremos profundizando esté tema en otros artículos y en los “Audios Areté”.


Psi. Humberto Del Castillo Drago
Sodálite
Director General de Areté