jueves, 21 de enero de 2016

No soy solo mis sentimientos


Otra distorsión o reducción de nuestro ser e identidad es cuando nos creemos lo que experimentamos sensiblemente: es decir, nuestras sensaciones, emociones y sentimientos.

Cuando esto sucede es porque le damos a nuestras emociones y sentimientos el gobierno de nuestro ser. Nuestro cuerpo no es malo, ni nuestros pensamientos inútiles, tampoco nuestros sentimientos son negativos. El problema se presenta cuando reducimos a ellos nuestra realidad, nuestra vida.

Hoy en día se le da mucha importancia a la emoción, al sentimiento, a la sensación. Y claro, eso no está mal; el tema es que cada realidad del ser humano esté colocada en su lugar. Lo que se absolutiza termina desenfocando al ser humano, descentrándolo, y es una manifestación también de la inadecuada decodificación de nuestros dinamismos fundamentales.

Si me dejo llevar por mis emociones y sentimientos antes que por mi pensamiento cometo un error.

Es importante entender la diferencia que existe entre sensación, sentimiento y emoción. Coloquialmente se utiliza a veces la emoción como sinónimo de sentimiento, lo cierto es que en psicología existen varias diferencias. Es decir no es lo mismo emoción que sentimiento.

La sensación pertenece al campo sensoperceptivo, inicia con un estimulo exterior a través del cual se nos manifiesta el mundo mediante una serie de características: configuración y conciencia de la misma. Dichas sensaciones pueden ser neutras y llegan al ser humano a través de sus sentidos tales como olfato, tacto, oído, etc.

¿Qué es emoción? Es la reacción espontánea y rápida ante determinado estimulo.  Tienen un carácter muchas veces inesperado. Enrique Rojas dirá que la emoción desde el punto de vista psicofisiológico son “los estados afectivos funcionales producidos por estímulos externos o internos reforzantes”[1]. Emoción, por ejemplo, es la alegría que siento al encontrarme con un familiar que hace años no veo, o el susto al sentir un temblor.
  
En ese sentido es importante decir que hay personas más emotivas que otras. No todos reaccionamos igual, no todos tenemos la misma emotividad.

Brevemente ¿Qué es el sentimiento? Son más bien procesos permanentes que se han instalado en nuestra afectividad habitual, nos referimos por ejemplo a la amistad o enemistad, la simpatía o antipatía, y la confianza o desconfianza.

Viendo la importancia de este tema para la realización del ser humano, es clave encontrar el lugar de la afectividad en la vida humana. No podemos prescindir de ella, reprimirla o esconderla, pero tampoco podemos vivir según los vaivenes de nuestras sensaciones, emociones y sentimientos.  

Reducir mi valor como persona a lo que me proporciona mi realidad afectiva-emocional me convierte en una persona sumamente inestable y voluble. Un ejemplo cotidiano de endiosar las o emociones o sentimientos es cuando no siento nada en la oración y por consecuencia creo que no es verdad. Cuantas veces hemos oído decir: "Pero cuando oro ¡no siento nada!, así que no creo que Dios esté presente". No se puede valorar un encuentro con el Señor según tengas sentimientos o no. Si sientes mucho en tu oración está bien pero si no sientes no significa que no es verdad. Así, existen muchas cosas más en la vida de cada uno que son aceptadas o rechazadas según nos guste o no, sin razonarlo: "Sólo lo hago si tengo ganas", " No siento nada, entonces no es verdad".

No es raro que busquemos sentirnos bien a toda costa, y eso es imposible. No siempre nos vamos a sentir bien. El sentirnos mal, el sufrir, el sentir dolor, no es sí mismo malo, es una realidad de la vida humana. Lo que hay que evitar es dejarnos llevar desesperanzadamente o negativamente por esos sentimientos o estados de ánimo.

Por otro  lado es importante mencionar que muchas veces el ser humano se interesa por lo que le produce alguna compensación afectiva o emocional, y si no; no le interesa, y menos aún si existe una cuota de sacrificio, de dolor, sufrimiento, renuncia o lucha personal.

Finalmente, termino por identificar mi estar bien con sentirme bien: estoy bien si me siento bien y estoy mal si me siento mal. Cedo por completo al subjetivismo y al sentimentalismo, en lugar de guiarme por lo objetivo, lo verdadero y por la razón.



Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite
Director General Aretè.


[1] Los Lenguajes del Deseo, Enrique Rojas, Capitulo III. 

domingo, 10 de enero de 2016

La victimización

Hoy en día no es raro que nos movamos entre la proactividad y la reactividad. Es decir, estamos ante dos tipos de personas; los proactivos y los reactivos.

Cuando hablamos de proactividad; no estamos hablando solo de aquel que toma iniciativas y hace cosas, saca proyectos adelante, etc. Proactividad según S.Covey “significa que tenemos la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan”. El proactivo basa su vida y sus decisiones en valores y principios por ello es que se hace responsable de sus actos.

Los reactivos son más bien los que se mueven y actúan según los estímulos que los rodean; el clima, el trato de los demás, la valoración de los amigos, la personalidad del jefe, etc. Las personas reactivas se ven también afectadas por el “clima social”, si me miraron o no me miraron, si les caí bien o mal, etc. Las personas proactivas se ven también influenciadas por los estímulos externos, sean físicos, psicológicos o sociales; pero su respuesta a ellos son una elección o respuesta basada en sus principios.

No es raro que muchas veces nos comportemos de manera reactiva pensando quizás que estamos determinados a ser de tal o cual manera. ¡Yo soy así, lo siento! ¡No puedo hacer nada! ¡Estoy determinado a ser de esta manera!, etc. En el fondo es creer que nuestra dimensión emocional o psicológica nos domina. Hay quienes se creen sus personajes o mascaras así como otros que reducen su vida a su dimensión espiritual. Sea como sea al final: se dice erradamente: “YO NO SOY RESPONSABLE, no puedo elegir mi respuesta”, etc. En el fondo no asumo la responsabilidad de mi vida ni de mis actos, soy víctima de los otros o de la circunstancias.Es decir nos victimizamos y no asumimos la responsabilidad de nuestros actos y comportamientos.

Con esto se quiere decir que lo más fácil es echarle la culpa a la familia, al superior, al profesor, al amigo, al hermano, al padre ausente, a la madre sobreprotectora, de las cosas que le suceden antes de asumir la responsabilidad de los propios actos. Y es que hoy está muy difundida la victimización, el creerse y hacerse las víctimas de los otros y de las circunstancias. En el fondo, no se está aceptando que las cosas sucedieron, que se dieron así, que hay cosas que no se pueden controlar. También son muchas las veces que no acepta que actué de tal o cual manera y no se responsabiliza de los actos.

Philippe en su libro “Llamados a la vida” habla del victimismo como el rechazo al sufrimiento, siempre se le considera injusto afirma en la página 110. Todo el que sufre se cree víctima de algún otro. Esta percepción de las cosas alimenta las exigencias más infantiles y más irrealistas de reparación. Se trata de enfrentar y aliviar el sufrimiento o dolor pero es preciso aceptar la parte de sufrimiento necesario para todo progreso humano integral. Estamos invitados aceptar el sufrimiento y el dolor en nuestras vidas cotidianas, de esta manera nos abrimos a vivir la paz y a escuchar las llamadas de Dios.

Termino con una cita de Philippe en su libro “La Confianza en Dios”:

“En conclusión, frente a la prueba no debemos tener miedo. Aceptemos las cosas tal y como son, aunque no sean en absoluto como las habíamos previsto desarrollar en nuestras vidas. Intentemos percibir en el corazón de esta prueba las llamadas que nos han sido dirigidas, los cambios que se nos han propuesto, y recibiremos la gracia para vivirlas. Es esta actitud la que termina por convertir las cosas en positivas y permite que podamos crecer en cualquier circunstancia”.


Psi. Humberto Del Castillo Drago.

Director General Aretè.

viernes, 1 de enero de 2016

Aceptando el momento o instante presente


Tuve el regalo, la gracia de Dios diría yo de volver a leer y meditar en estos días el libro “La Libertad Interior” de J. Philippe; que tanto bien me ha hecho en estos años de caminar y encontrarme nuevamente con un tema sumamente sugerente que es el de “vivir libremente el instante o momento presente”.

Y es que Philippe afirma que una de las condiciones indispensables para conquistar la libertad interior es la capacidad de vivir el instante presente.

No podemos ejercer auténticamente nuestra libertad si no es en el instante presente. Y es que lo pasado en realidad es historia en el sentido de que no lo podemos cambiar o modificar. El pasado hay que aceptarlo tal como es, aprender de él para hacer las cosas mejor y ponerlo confiadamente en manos de Dios.

Tampoco podemos controlar o dominar el futuro; podemos planear, prever incluso prometer pero sabemos muy bien que nada ni nadie garantiza que todo salga como lo programamos. Por ello se trata de acoger y aceptar el instante actual y presente. A fin de cuentas dice nuestro autor, lo único que nos pertenece es el momento actual: sólo en este medio nos podemos plantear actos libres; sólo en el instante presente establecemos un auténtico contacto con la realidad.

En el instante presente como puede resultar obvio existen una serie de acontecimientos buenos, agradables y también claro está contrariedades o acontecimientos dolorosos y tristes. La invitación es acoger, admitir, asumir y aceptar cada uno de esos hechos sean tristes o alegres, buenos o malos con la finalidad de vivir una existencia feliz y virtuosa.

Se trata de entender que existen una multitud de acontecimientos que no podemos controlar ni dominar, el llamado “circulo de preocupación” de S. Covey. Son estos hechos, estas situaciones los que nos vemos invitados a aceptar verdaderamente. No simplemente resignarnos o sufrirlos; sino asumirlos y admitirlos de manera positiva y libre. No es raro que nos rebelemos, que reclamemos incluso que busquemos culpables pero nada de eso va a cambiar el hecho o acontecimiento. Los hechos dolorosos son una invitación a crecer en la fe, la esperanza, la humildad, la paciencia, la valentía, la transparencia y claro está en la confianza en Dios que nos ayudan a abrirnos a la aceptación sin límites. Se trata de estar atentos para descubrir cuál es la llamada o invitación que se nos hace en esta situación. ¿Qué quiere Dios de mí con todo esto? ¿Qué me está pidiendo? ¿Qué voy hacer? ¿Cómo voy a responder?

Sabemos que los acontecimientos ocurren por algo. Sabemos que Dios es capaz de extraer un bien de todo lo que nos ocurre. Somos conscientes que Dios puede sacar provecho de todo, tanto de lo bueno como de lo malo, de lo positivo como de lo negativo. Él en su omnipotencia, en su amor y sabiduría, posee la facultad de obtener un bien de un mal.

Psi. Humberto Del Castillo Drago
Sodálite
Director General de Areté