Tuve el regalo, la
gracia de Dios diría yo de volver a leer y meditar en estos días el libro “La
Libertad Interior” de J. Philippe; que tanto bien me ha hecho en estos años de
caminar y encontrarme nuevamente con un tema sumamente sugerente que es el de “vivir libremente el instante o momento
presente”.
Y es que Philippe
afirma que una de las condiciones indispensables para conquistar la libertad
interior es la capacidad de vivir el instante presente.
No podemos ejercer
auténticamente nuestra libertad si no es en el instante presente. Y es que lo
pasado en realidad es historia en el sentido de que no lo podemos cambiar o
modificar. El pasado hay que aceptarlo tal como es, aprender de él para hacer
las cosas mejor y ponerlo confiadamente en manos de Dios.
Tampoco podemos
controlar o dominar el futuro; podemos planear, prever incluso prometer pero sabemos
muy bien que nada ni nadie garantiza que todo salga como lo programamos. Por
ello se trata de acoger y aceptar el instante actual y presente. A fin de
cuentas dice nuestro autor, lo único que nos pertenece es el momento actual: sólo
en este medio nos podemos plantear actos libres; sólo en el instante presente
establecemos un auténtico contacto con la realidad.
En el instante
presente como puede resultar obvio existen una serie de acontecimientos buenos,
agradables y también claro está contrariedades o acontecimientos dolorosos y
tristes. La invitación es acoger,
admitir, asumir y aceptar cada uno de esos hechos sean tristes o alegres,
buenos o malos con la finalidad de vivir una existencia feliz y virtuosa.
Se trata de entender
que existen una multitud de acontecimientos que no podemos controlar ni
dominar, el llamado “circulo de preocupación” de S. Covey. Son estos hechos,
estas situaciones los que nos vemos invitados a aceptar verdaderamente. No
simplemente resignarnos o sufrirlos; sino asumirlos y admitirlos de manera
positiva y libre. No es raro que nos rebelemos, que reclamemos incluso que
busquemos culpables pero nada de eso va a cambiar el hecho o acontecimiento. Los
hechos dolorosos son una invitación a crecer en la fe, la esperanza, la
humildad, la paciencia, la valentía, la transparencia y claro está en la
confianza en Dios que nos ayudan a abrirnos a la aceptación sin límites. Se
trata de estar atentos para descubrir cuál es la llamada o invitación que se
nos hace en esta situación. ¿Qué quiere
Dios de mí con todo esto? ¿Qué me está pidiendo? ¿Qué voy hacer? ¿Cómo voy a
responder?
Sabemos que los
acontecimientos ocurren por algo. Sabemos que Dios es capaz de extraer un bien
de todo lo que nos ocurre. Somos conscientes que Dios puede sacar provecho de
todo, tanto de lo bueno como de lo malo, de lo positivo como de lo negativo. Él
en su omnipotencia, en su amor y sabiduría, posee la facultad de obtener un
bien de un mal.
Psi. Humberto Del Castillo Drago
Sodálite
Director General de Areté
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