lunes, 24 de noviembre de 2014

¿Quién es el hombre?


Sabemos todos que el ser humano es un ser complejo, en él se integran elementos biológicos, psicológicos y espirituales. Serráis, en su libro Madurez psicológica y felicidad, dice que “esos elementos precisan tiempo para desarrollarse con un ritmo propio en cada persona, para alcanzar en cada una un máximo de desarrollo diferente y para interrelacionarse de un modo peculiar en cada individuo” (p. 8).

En este orden de ideas, existen distintas dimensiones en el ser humano. Todas ellas son innegables y ninguna puede ser olvidada. Por ejemplo, la más inmediata es la dimensión biológica. Ésta representa la corporalidad con todas sus características estructurales y funcionales, para constituir la dimensión básica y necesaria en la relación con los demás y con el entorno contextual.  

Por otro lado, tenemos la dimensión psicológica, la cual habla de todo lo que llamamos la vida y actividad psíquica de la persona.  

Por último, la dimensión espiritual es aquella que hace que el ser humano trascienda en el mundo,  debido a que está invitado a una relación personal con Dios y consigo mismo. Esta dimensión lo hace UNICO E IRREPETIBLE, porque Dios nos creó con una mismidad e identidad propia, llamados a ser imagen y semejanza de Dios y participar de la naturaleza divina.

Nosotros en Areté consideramos que la dimensión social es una dimensión importante que implica a las otras tres; en un sentido se puede ubicar en la dimensión psicológica, en otro sentido podemos decir que es transversal a las otras tres dimensiones, por eso preferimos hablar de tres dimensiones y no de cuatro, para no quitarle ni fuerza ni peso a alguna de las otras tres, incluso a la dimensión espiritual -que es tan olvidada y marginada el día de hoy, incluso por la psicología que intenta en varias de sus escuelas y enfoques ser una respuesta al hombre sin Dios-. Así que las tres dimensiones interactúan de forma necesaria y se requieren mutua y recíprocamente, para potenciarse entre sí, con respuestas unitarias, integradas e inseparables, que constituyen la esencia del ser humano y configuran su manera de ser personal.

El ser humano, dice Cabanyes no es un “qué”, un “algo”, sino un “quién”, un “alguien”. Es un ser personal, con un cierto agrado de autonomía y de trascendencia.  El ser humano vive “en sí mismo”, no “en otros”, aunque necesite vivir “con otros” para perfeccionarse. Es capaz de moverse con autonomía casi plena, incluso contra sus límites naturales y necesidades básicas, y de generar y mantener su propio hábitat.El hombre es un ser trascendente en el sentido de que no se agota en su propio género humano, sino que está abierto al absoluto. Así que podemos evidenciar que estas son las personas que nos llegan a consulta; sufriendo con un dolor psíquico, con un  malestar psicológico e incluso psiquiátrico. Y es aquí donde la dimensión trascendente o espiritual, concede a cada persona su singularidad, es decir, es único e irrepetible. Además, toda persona tiene un anhelo de infinito, un afán de absoluto, una nostalgia de reconciliación. De esta manera, nadie se contenta con amar y sentirse amado o disfrutar y sentirse feliz de modo limitado.

Hasta aquí la explicación de las tres dimensiones fundamentales del ser humano: cuerpo, psique y espíritu. Ahora vamos a citar a Burgos en su libro Antropología: una guía para la existencia, cuando explica lo siguiente: “El cuerpo se identifica con uno de ellos. La psique comprende la sensibilidad, las tendencias y parte de la afectividad. Y el espíritu comprende parte de la afectividad, el conocimiento intelectual y el yo”. (p. 64, 65).

En Areté hacemos una diferencia entre lo que es el “Yo Psíquico” y lo que es la “Mismidad”. Cuando hablamos de mismidad estamos hablando de lo más íntimo del ser humano, es decir, de lo más profundo o de aquello que lo hace ser hijo de Dios, don para el mundo; único e irrepetible; “Palabra de Dios que nunca se repite”. En otras palabras, es el núcleo de la identidad del ser humano.

Ahora, frente a todo esto surge una pregunta:

-¿Dónde se ubican las tres potencialidades del ser humano?

-¿Dónde se ubican la inteligencia, la afectividad y la voluntad, según una visión trial del ser humano?

Para responder a estas preguntas vamos a dialogar con Xóse Domínguez, en su libro Psicología de la persona:

-Las capacidades de la persona no son autónomas, es decir, no son meras facultades operativas, sino capacidades-de-esta-persona. Estas capacidades son naturales o adquiridas.

-Dentro de las naturales vemos la fortaleza física y el temperamento.

-Al interior de las adquiridas, se encuentran los conocimientos, las virtudes y el carácter.

En todo caso, estas capacidades o potencialidades le han sido donadas desde el nacimiento o bien se le ha dado la posibilidad para adquirir las que son sobrevenidas, y podemos llamar a estas capacidades de la persona, como dones o dote, según Domínguez. Esta dote, este conjunto de capacidades, está estructurada de tal manera que forma un sistema, una estructura. De modo que cada capacidad y característica, afecta a todas las demás, y cada dimensión y potencialidad están vinculadas a toda la persona o sistema, de acuerdo con Burgos y Domínguez. Así, la persona no tiene cuerpo, sino que es corporal, y las características del cuerpo afectan a la totalidad.

En este sentido, Domínguez, plantea que:

“Todo el pensamiento es sexuado, y también la afectividad. Asimismo, la inteligencia es afectuosa (capta cálidamente la realidad) y mediada corporalmente. Es decir, cada nota característica de la persona es nota de todas las demás, afectando a todas las demás y definiéndose físicamente en función de todas las demás. Cada nota califica y tiñe a todo el sistema. Del mismo modo, diremos que la inteligencia es afectuosa y que la voluntad es inteligente” (p.54, 55).

Juan Manuel Burgos, en su libro Historia de la Psicología, dice que:

“Es importante entender al hombre, a la persona como UNIDAD INSEPARABLE. La psicología, está acostumbrada a “diseccionar” a las funciones personales como entidades autónomas. Se trata de recuperar la mirada integral, holística de la persona, incluso podríamos decir integradora. Todo fenómeno o proceso psíquico lo es de UNA PERSONA, por ende todo problema psicológico o trastorno psíquico es necesario comprenderlo desde la totalidad personal” (p. 89).


También, Domínguez afirma que: “El comportamiento lo es de toda la persona. Y toda dimensión debe ser integrada y personalizada, para que el ser humano no sea un actor de su vida, sino el autor de la misma” (p. 55).


Humberto Del Castillo Drago 
Sodálite
Psicólogo

Director General de Areté

martes, 18 de noviembre de 2014

El Bambú Chino y el Cultivo de la Virtud


1. Introducción:

Leyendo las primeras páginas del libro “Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas” de Stephen Covey me encontré con el ejemplo del bambú chino para resaltar la importancia de las bases sólidas y raíces firmes en la vida familiar; reconozco que no tenía ni idea de lo que el autor mencionado explicaba, la historia me pareció sumamente sugerente para explicar cómo son muchos procesos de la  vida humana e incluso de distintas instituciones y organizaciones. Covey dice: “Muchas cosas en la vida familiar son como el árbol de bambú chino. Uno trabaja e invierte tiempo y esfuerzo, y hace todo lo posible para nutrir el crecimiento y en ocasiones no se ve nada durante semanas, meses o incluso años. Pero si se es paciente y se sigue trabajando y alimentando, ese “quinto año” llegará y se asombrará del crecimiento y el cambio que verá que se ha dado”. (Pág. 31)

Hoy vivimos tiempos de celeridad y apuro, donde lo que importa muchas veces es la rapidez del crecimiento y los resultados de tal o cual actividad, en el fondo son rasgos de una sociedad que se rige por lo material, por lo pragmático y utilitario, olvidándose que todo en la vida tiene momentos, épocas, procesos, y etapas. El ser humano y sus organizaciones crecen y se desarrollan poco a poco, cada quién tiene su propio proceso, cada persona va avanzando según su propio ciclo vital, enraizado en una familia concreta y desplegando una historia personal única e irrepetible abriéndose a la presencia y acción de Dios en su existencia.

2. El Bambú Chino:

Ante tal sugerente ejemplo,  me animé a leer sobre el mismo de manera que pueda compartir un poco mis reflexiones a través del presente artículo. Fui encontrando distinta información. Encontré por ejemplo que la quinta parte del bambú que se produce en el mundo crece en China; son 300 variedades en una superficie total de 20,000 km2. Afirman distintos autores que es difícil viajar por China sin encontrar el bambú empleado de una u otra forma. La zona donde más se utiliza el bambú se halla al sur del río Chang Jiang (Yangtzé); prácticamente todas las viviendas tienen allí muebles, enseres u objetos de bambú: camas, sillas, cajas, cestos, escobas, palillos para comer e incluso sombreros.

Definitivamente lo que más me llama la atención es su particular proceso de crecimiento y desarrollo. Y es que después de plantar la semilla, no se ve nada durante cinco años, excepto un lento desarrollo de un diminuto brote a partir del bulbo. Durante cinco años, todo el crecimiento es subterráneo, invisible a simple vista, pero una maciza y fibrosa estructura de raíz que se extiende vertical y horizontalmente por la tierra está siendo construida. Son estás raíces las que al final del quinto año o un poco más permiten crecer al bambú chino  hasta alcanzar la altura de  25 o  más metros. Esté crecimiento se da en un período de solo seis semanas. En tan sólo unas semanas tienes un frondoso bambú lleno de vida y esplendor con una altura que alcanza una casa de dos pisos. Cuándo comienza a crecer su tallo puede alcanzar 3 metros en un mes, ya que crece a la velocidad de 6-15 centímetros diarios, pudiendo llegar a crecer 1 metro al día.

3. El Cultivo de la Virtud:

En un artículo anterior tratando de aproximarnos a la virtud recordábamos lo que afirma de esté termino el Catecismo de la Iglesia Católica: «La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios»  (No. 1803).

La virtud es una cualidad, un hábito operativo bueno de la persona, pero también tiene un opuesto en el vicio. Revisando alguna de las definiciones de la REA; encontramos que vicio es: “Hábito de obrar mal”. O “Defecto o exceso que como propiedad o costumbre tienen algunas personas, o que es común a una colectividad”.

La virtud es además la respuesta de cooperación con la gracia que realiza el hombre para madurar en el camino de la fe. Así que el ser humano va madurando por este camino de la fe hasta la plenitud del amor, núcleo interior de la virtud, para conquistar una calidad humana, abriendo las facultades y potencias a los impulsos de la gracia, para permitir que el Señor Jesús viva en nosotros.
    
4. Conclusión:

La invitación para toda persona es a desarrollarse según unas  bases sólidas y profundas como el bambú chino. Todo ser humano está invitado a crecer integralmente  y a cultivar la virtud en su existencia. Dicho crecimiento es en base a un proceso gradual y natural, abierto a la acción de Dios en su historia personal. Se trata de invertirle tiempo, dedicación, esfuerzo y paciencia, a veces no veras nada; incluso durante semanas, meses y años; se trata de persistir y perseverar trabajando en ti mismo, tu quinto o sexto año llegará y con el vendrá un crecimiento y cambios que tu jamás esperabas. El bambú chino es una invitación a perseverar, a continuar, a no desistir de tus anhelos, sueños y proyectos. Es una invitación a concentrarte en las bases sólidas y raíces firmes que sostendrán el gran árbol que por gracia de Dios sostendrá muchos frutos del amor y la perseverancia.

Todos los seres humanos, todas las personas, tú y yo estamos invitados a  vivir y encarnar la virtud.  Sabemos que no es fácil, en Areté tenemos una oración dirigida a San Pablo Apóstol, uno de nuestros santos patronos, donde le pedimos que interceda por nosotros para que podamos avanzar en el noble combate de vivir una existencia virtuosa y areteica. Y es que consideramos que la virtud hay que vivirla siempre y en todos los momentos de nuestra vida. En ese sentido podemos decir que para vivir una existencia virtuosa la persona pone distintos medios concretos, dispone de un plan y busca ayuda para llevar adelante en su vida un noble combate que implica esfuerzo, lucha y dedicación. Sin la gracia de Dios nada es posible; él es quién nos da la fuerza para avanzar y crecer en la virtud; abriéndonos a su gracia y cooperando con su Espíritu crecemos en libertad interior viviendo cada día  más la fe, esperanza y caridad.


Humberto Del Castillo Drago 
Sodálite
Psicólogo
Director General de Areté






miércoles, 5 de noviembre de 2014

La conciencia del Pecado

“Junto a la conciencia queda también oscurecido el sentido de Dios, y entonces, perdido este decisivo punto de referencia interior, se pierde el sentido del pecado. He aquí por qué mi Predecesor Pío XII, con una frase que ha llegado a ser casi proverbial, pudo declarar en una ocasión que «el pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado»”.[1]

Las palabras de Juan Pablo II resuenan en nuestra mente y corazón para tratar de entender nuestra propia realidad. En otros artículos hemos entendido la grandeza de nuestra naturaleza al ser creados a imagen y semejanza de Dios, invitados a plenificar nuestra existencia viviendo el amor.

Es importante entender también cómo el hombre, haciendo mal uso de su libertad, opta por alejarse de su Creador, rompe con Él y peca. El pecado es ruptura, rechazo y desconfianza del Plan de Dios. Por el pecado la imagen queda oscurecida y la semejanza perdida. Nuestros primeros padres rompen la comunión con Dios, quieren alcanzar su realización y felicidad no con Él sino frente a Él, incluso contra Él.



No podemos entender la realidad del mundo y del hombre actual si olvidamos la importancia del pecado. “El mal procede de la desobediencia y el rechazo con que la criatura humana desde su libertad responde a Dios y a sus amorosos designios es la fuente de toda ruptura, y no sólo ello, sino es fuerza de ruptura, de anti-amor que obstaculizará permanentemente el crecimiento en el amor y la comunión, tanto desde el corazón de los hombres, como desde las diversas estructuras por ellos creadas, en las cuales el pecado de sus autores ha impreso su huella destructora”[2].

Muy equivocados estamos los seres humanos cuando queremos entendernos a nosotros mismos y nos olvidamos del pecado, que es un dato antropológico fundamental. Hoy en día la conciencia del pecado y el sentido del mismo están oscurecidos, porque el ser humano vive de espaldas a Dios y a sí mismo.

Se trata de mirarnos integralmente, como Dios nos mira, sabiéndonos hijos de Dios, creados por amor y con una libertad que, mal empleada, introdujo una alteración que afectó la realidad del ser humano y sus relaciones básicas.


Humberto Del Castillo Drago
Sodálite, Psicólogo y Director General de Areté




[1] Reconciliación y Penitencia No. 18
[2] Camino hacia Dios, No. 104.