miércoles, 30 de marzo de 2016

Pubertad de los 9 a los 12 años

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Tierno (2004) define esta etapa como el despertar de la vida, en la cual el niño deja de lado la motivación externa porque no la necesita, sino que utiliza su creatividad y energía en nuevas y útiles tareas para sentirse como una persona mayor, porque le gusta que lo traten como tal.

El niño de 9 años tiene mucha energía y la enfoca a tratar de lograr independencia frente a sus padres y maestros; se interesa por las colecciones, series y películas de diversión, tiene además el deseo de vivir y experimentar cosas extremas.

A los 10 años nos encontramos a un niño más desenvuelto, contento consigo mismo y sin dificultades para relacionarse con los demás. Algunas manifestaciones propias de esta etapa es que llora menos y los miedos desaparecen poco a poco; puede ser más cooperativo, afectuoso  y expresivo con sus padres. En el colegio es activo y participativo, es decir, no se preocupa mucho de sí mismo y puede llegar a mostrarse desordenado y descuidado en cuanto al aseo personal.

A los 11 años encontramos  a un  niño más  sensible, con frecuentes cambio de humor, irritable y agresivo. Empieza a resistirse al deseo de los padres, a veces puede llegar a no controlar sus emociones y estados de ánimo, alterando esto la dinámica familiar y llevando una relación más hostil con sus hermanos. También hay una curiosidad insaciable y está lleno de energía.

En esta etapa inicia la búsqueda de sí mismo, empieza a tener un espíritu más crítico de su entorno familiar y de su entorno social.

Cuando empieza la pubertad, a los 12 años, aparece una serie de cambios biológicos y corporales en la persona, con una fuerte presencia más en las mujeres que en los hombres, pues estos cambios surgen más tardíamente en ellos. Este fenómeno abre las puertas a muchos cuestionamientos en el niño que empieza a dejar de ser niño, sobre todo en la línea de su identidad. De modo que, a nivel externo la persona sufre cambios que lo hacen distinto -tanto en la mujer como en el hombre -, es decir,  se alcanzan cambios físicos sobre todo en dos planos: sexuales primarios (órganos sexuales) y sexuales secundarios (vello, cambio de voz, glándulas mamarias) y junto con esto se da la identificación sexual correspondiente a su ser sexuado.
                                                                                                   
En el plano cognitivo se alcanza más el pensamiento hipotético-deductivo y se han tenido suficientes experiencias para distinguir lo bueno de lo hostil, lo cual le lleva a que su conducta sea intencionada y más coherente (Cabanyes, 2010).

Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite.
Director General de Areté.



viernes, 18 de marzo de 2016

De los 6 a los 8 años


En esta etapa aparece específicamente a los 6 años tendencias opuestas y contradictorias que llevan al niño a ser cariñoso en un momento con su madre y al momento estar enfadado con ella. Es decir, se está lleno de energía en un primer momento y luego suele el niño enfadarse y sus enfados suelen ser bruscos e inesperados (Tierno, 2004). Pero, poco a poco, sus emociones se vuelven más positivas. Como características particulares está el interés por lo nuevo, su egocentricidad (el niño es el centro del mundo y se comporta como tal) quiere que se le mime, felicite y ser el primero en todo. También la vida escolar va cobrando un valor  especial pues se mueve entre dos mundos: colegio y casa.

A la edad de 7 años  se vuelve más tranquilo y soñador, descubre la importancia de otras personas además de sus padres, puede presentar mayor interés en las actividades domésticas y en el servicio a los otros. Pero, muestra inseguridad en cuanto a las actividades que no realiza de forma perfecta. Posee mayor relación  con los padres, pero no ocurre lo mismo con sus hermanos, pues experimenta gran rivalidad. No hay distinción entre lo accidental y lo intencional, por lo que responde del mismo modo. Por último, es importante resaltar que en esta edad se empieza a interiorizar más la empatía (“ponerse en los zapatos del otro”), esto ayuda a poder tener mayor sentimiento de compasión, tolerancia con el otro y, por lo tanto, moderar su agresión.

A los 8 años,  vuelve a mostrarse agitado y espontáneo, sin embargo, hay una enorme incidencia de los deportes que ayuda a canalizar de una forma más adecuada su energía, esto ayuda a equilibrar mejor su emotividad. En esta edad el niño empieza a interesarse por el mundo de los adultos al entender  la diferencia entre él y los demás. También presenta una curiosidad insaciable y empiezan las preguntas por la procreación, creación del mundo, diferencia sexual, entre otras (Tierno, 2004).En esta etapa es imprescindible el afecto, que lo feliciten por el trabajo bien hecho. Además, ha logrado mayor dominación en tiempo y espacio, lo que suele despertar aún más sus energías y es recomendable tener diversas actividades además de la televisión y los videojuegos, para que en esta etapa se tenga un desarrollo más sano de sus potencialidades.

Por último, en esta etapa según Erikson (1984) hay un florecimiento del sentimiento de  laboriosidad y de inferioridad en cuanto a los niños que comienzan a desarrollar una sensación de orgullo en sus logros; inician proyectos, los siguen hasta terminarlos, y se sienten bien por lo que han alcanzado.

Durante este tiempo, los profesores desempeñan un papel creciente en el desarrollo del niño. De esta manera, si se anima y refuerza a los niños por su iniciativa, comenzarán a sentirse trabajadores y tener confianza en su capacidad para alcanzar metas. Pero, si por el contrario, esta iniciativa no se anima y es restringida por los padres o profesores, el niño comenzará a sentirse inferior, dudando de sus propias capacidades y, por lo tanto, puede no alcanzar todo su potencial.

Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite.
Director General de Areté.

miércoles, 9 de marzo de 2016

De los los 3 a 5 años

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En esta etapa se presenta mayor dominación en el vocabulario, movimientos e imaginación. Estos tres aspectos les permiten adentrarse en el mundo de los adultos, por lo que son llamados en esta etapa como “intrusos”. Los niños se introducen al mundo de la imaginación, llegando a ser todo lo que se imaginan ser y convirtiéndose esta imaginación en una clave para entender esta etapa.

Un elemento importante y crítico a tener en cuenta en esta edad es el manejo de la culpa, que se deriva de  la facultad de conciencia que se empieza a adquirir. Por ejemplo, se sabe que algo no está bien, aunque nadie lo diga. Y en muchas ocasiones no se depende de la opinión pública (vergüenza) para saber que algo no está bien. Hay que tener en cuenta que los niños son hipersensibles a la culpa, se sienten culpables y responsables por cosas que no tienen que ver con ellos: separación de los padres, muerte de algún familiar o nacimiento de algún hermano.

Debido a dicho exceso de sensibilidad, los niños que son tildados de “niños malos”, pueden llegar al desprecio de sí mismos (daño en su valoración). Esto pasa porque el niño en esta edad es incapaz de distinguir entre su persona (que es etiquetada como “mala”) de una acción suya que es mala. Siempre que los niños perciban una crítica o un castigo, el resultado va a ser una culpabilidad dañina y enfermiza, es decir, se odia el pecado pero también se odia al pecador; a diferencia de una culpa sana que deriva en que el niño “odie el pecado, pero ame al pecador”.

Por el miedo al castigo y por la culpa enfermiza se puede cambiar el comportamiento de un niño, pero no al niño, quien no se sentirá digno de ser amado:  “Sólo el amor lo puede hacer digno de amor”. Esto se evidencia cuando el niño se siente incapaz de ser amado y simultáneamente siente una culpa enfermiza sobre su identidad. Algunas de las manifestaciones de la culpa enfermiza de un niño es la rabia hacia sí mismo (odio reprimido) o contra los demás (odio a sí mismo proyectado a otra persona); ocasionando un signo para estos odios reprimidos, que va desde la depresión hasta el perfeccionismo.

Analizando esos dos estados, en el de la depresión, con su melancolía y desgano, el niño no trata de esconder ese odio a sí mismo. Mientras que en el perfeccionismo, el niño trata de hacer las cosas tan perfectas, con la esperanza de poder esconder ese odio, para sentirse bien consigo mismo. Dicho perfeccionismo lo  convierte en un fariseo que busca cumplir la letra de modo que el niño, e inconscientemente el padre castigador, pueda de nuevo amarlo. El cuerpo agotado del perfeccionista (manejado por la culpa enfermiza), llega a somatizar, mientras que su espíritu puede ser víctima de escrúpulos, sobre todo en materia sexual o del trabajo cotidiano. De esta manera, si el odio del niño se vuelve contra los demás, el objetivo será el papá o cualquiera que lo haya castigado y una vez crezca, será un castigador, especialmente de sus propios hijos.

Es importante creer que el castigo no sólo afecta las relaciones del niño con sus padres, sino también sus relaciones con Dios. Es aquí donde surge en el niño la imagen de un Dios castigador. Por consiguiente, cuando sea un adulto obrará más por miedo al castigo que por amor o convicción, debido a que cualquier cosa que origine culpa, limita también la iniciativa.

Otro punto que emerge en esta etapa es el deseo del niño de ser como sus padres. Esto se ejemplifica cuando en una familia estable la mamá descubre el papá al niño y el papá revela a la mamá. De aquí se desprende el hecho de que en todas las iniciativas de juego, se alberga la esperanza de ser como papá o mamá.

Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite

Director General Areté.