El
psiquiatra español Enrique Rojas (2004) en su libro Los lenguajes del deseo dice lo siguiente sobre la afectividad:
Es el modo en que somos impactados internamente por
las circunstancias que se producen a nuestro alrededor. Es en la intimidad de
la persona donde esto resuena, en la sacralidad de cada uno. La afectividad es
un universo emotivo formado por un sistema complejo de sentimientos, emociones,
pasiones, motivaciones, ilusiones y deseos. Cada uno tiene una geografía particular,
pero su contenido se entrecruza, se combina, mezclándose, formando uniones
lógicas y caprichosas que requieren ser estudiadas con rigor para adentrarnos
en la selva espesa de la semántica afectiva. (Pág. 45)
Rojas
también afirma que la afectividad está constituida por cinco vertientes:
En primer
lugar, lo físico: todas las manifestaciones afectivas tienen una resonancia
somática, física, fisiológica, aunque la diversidad en cantidad y calidad es
muy variada. La máxima intensidad se da en las emociones y la mínima en los
estados de ánimo y los sentimientos. La segunda es la psicológica: se refiere a las vivencias y
experiencias interiores que dejan huella en las propias existencias y en las historias personales. La afectividad
se manifiesta en el exterior a través de conductas y comportamientos; es la
tercera vertiente. La cuarta es la cognitiva, puesto que normalmente tras las
emociones o sentimientos existen pensamientos, cogniciones, ideas y conceptos.
Rojas afirma que la quinta vertiente es la asertiva, refiriéndose a las
habilidades sociales, es decir, a la capacidad de relacionarse con los otros.
El ser humano vuelca sus afectos,
emociones y sentimientos a los demás. También es posible que bloquee o no
exprese adecuadamente dichos afectos y emociones.
Desde la
mirada integral del ser humano, no se puede olvidar la dimensión espiritual que
tiene también la afectividad. La persona humana posee una dimensión espiritual,
el hombre es capaz de buscar y relacionarse con Dios comunión de amor y con los
valores trascendentales. El ser humano posee la capacidad de amar y ser amado.
En lo más profundo de su ser tiene la capacidad de entregarse y servir a los
demás, de amarse a sí mismo y de relacionarse con la naturaleza.
Sodálite
Director General de Areté.
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