Desde mis años de estudiante de psicología siempre me llamó la
atención y me pareció un tema muy sugerente y apelante el de las emociones, el
de la madurez afectiva y su vínculo con la sexualidad y genitalidad. Es así que
ya hace un tiempo escribí un libro titulado “Afectividad y Sexualidad en la
Vida Cotidiana”. El presente artículo lo escribo con base a ese libro. Me voy a
concentrar en un tema que considero fundamental para lograr una existencia
feliz y virtuosa, dicho tema es el de la educación de las emociones.
Un rasgo o característica del hombre contemporáneo en términos
psicológicos, es su inestabilidad emocional, puesto que está poco acostumbrado
a regirse por sus criterios o su razón, y esto se traduce en la costumbre de
responder desde lo que siente, desde lo emocional. Por lo que actualmente
parecerá que sólo importa lo emocional o sentimental. Hoy por hoy, no se
reflexiona si es adecuado o dañino, se plantea que lo importante es “sentirse
bien”, más allá del bien o del mal, es decir, más allá de lo moral y de lo
ético, e incluso sin importar si es inadecuado o no.
¿Qué
es una emoción?
Es una vivencia o expresión de la afectividad de la persona. Es
una respuesta o reacción afectiva o sentimental ante determinado estímulo.
Deriva de la palabra latina emovere, que significa agitación. Por
tanto, podemos decir que la emoción, es una conmoción interior generalmente
brusca, aguda, rápida, espontánea y súbita que se produce en la afectividad o
estado de ánimo de la persona. La emoción siempre viene acompañada de
manifestaciones físicas tales como sudoración, taquicardia, dificultad
respiratoria, etc. Su duración es breve y escueta. Las emociones son neutras;
en el sentido que no se les puede dar una connotación moral, o decir que son
buenas o malas, positivas o negativas, simplemente existen, se dan, son reales,
son una respuesta afectiva ante algo que se presenta como atractivo o
amenazador. En ese orden de ideas es importante decir que las emociones son
adaptativas, puesto que me sirven para adaptarme al medio o a los distintos
momentos o etapas que estoy viviendo. Por ejemplo: estoy triste porque ha
muerto un amigo, me alegro cuando mi equipo de fútbol preferido mete un gol, me
da miedo caminar por una calle oscura y sola, me da miedo encontrarme de pronto
con un perro que me ladra.
Ante todo esto, nos parece fundamental plantear la importancia de
la educación de las emociones, para que la persona pueda avanzar en su madurez
afectiva y una existencia feliz y virtuosa.
Se trata de que cada quien conozca sus emociones primarias y vaya
aprendiendo cotidianamente a manejar sus emociones, de manera que pueda crecer
en estabilidad, armonía, paz y reconciliación.
Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Magister en Psicología.
Director General del Centro Areté.
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