En esta etapa,
normalmente, el futuro aparece cada vez más como barrera, mas no como horizonte
abierto, ahora el proyecto de vida es lo previamente creado, conocido, aquello
que sabemos que da de sí. No se trata de conquistar ya la realidad, sino de
aceptarla, porque ha impuesto ya su ley, la de la limitación a nuestros deseos
(Garrido, 1997).
En el ciclo vital
anterior, la crisis del realismo ha desconcertado a la persona, pero en éste se
ha exacerbado y, de nuevo, como en una segunda adolescencia, el hombre maduro
se siente confuso, inseguro, desilusionado. Aparece entonces la crisis de
reducción que no consiste en no alcanzar los ideales, sino en el sentido de
haberse propuesto tales ideales, debido a que en este momento se cierra o
delimita el proyecto de vida a lo alcanzado y empiezan ciertas reducciones en
las dimensiones de la vida, salud, relaciones humanas, protagonismo social.
De manera que la
esperanza, hecha confianza en sí y experiencia de fe, se siente amenazada por
la ambigüedad radical con que uno percibe el propio obrar, porque tiende a
relativizarse todo lo pensado, querido y trabajado, porque la muerte antes
ignorada, comienza a revelarse tremendamente real.
Según Erikson (1985)
alcanzar insatisfactoriamente la etapa de generatividad,
da lugar a un empobrecimiento personal. En este momento, si el individuo siente
que la vida es monótona y vacía, que simplemente transcurre el tiempo y
envejece sin cumplir sus expectativas, quiere decir que ha fracasado en las
habilidades personales para hacer de la vida un flujo siempre creativo de
experiencia. También puede que las personas se sientan apáticas y cansadas, a
diferencia de las personas generativas que encuentran significado en el empleo
de sus conocimientos y habilidades para su propio bien y el de los demás; a
ellas, por lo general, les gusta su trabajo y lo hacen bien.
Lo más significativo a esta edad, son los rasgos de
la persona que ya están configurados. Aunque los ojos mantengan un aire juvenil
y hasta ingenuo, ciertas arrugas, ciertos rasgos en la frente o alrededor de
los gestos, definen una vida entera. De este modo, se experimenta la decadencia
bio-psíquica y se empieza a experimentar que la salud ya no es tan buena como
antes, es decir, la sensación de declive es inevitable. Algunos factores que
evidencian esta situación, por ejemplo, son la menopausia en la mujer y la
andropausia el hombre, donde el declinar biológico es, con frecuencia, el
desencadenante de la crisis existencial y probablemente la persona se sienta
enferma, disminuida y más frágil.
Ps. Humberto Del
Castillo Drago.
Sodálite
Director General de
Areté.
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