Son dos
virtudes que ayudan eficientemente para avanzar en el proceso de reconciliación
personal. Se trata de reconocer que se necesita de Dios y su gracia para
avanzar y crecer en su santificación y en la apertura al don de la
reconciliación en las existencias.
Por ejemplo,
vivir la humildad es reconocer todo lo bueno que hay en la vida: las
cualidades, lo bien que puede llevarlas ponerlas al servicio de los demás, como
un don de Dios; de alegrarse del bien que está presente en la vida, pero sin
“bajar la guardia” ante lo que podría alimentar un orgullo más o menos
consciente. El humilde no se desanima porque tiene confianza en Dios y una sana
desconfianza en sí mismo. Otro aspecto importante de la humildad es la
aceptación honesta, tal y como es. Como dice Santa Teresa, “Humildad es andar
en verdad”, esto consiste en reconocer y
aceptar al Ser humano tal como es. Se trata de aceptar la historia personal, la
familia que Dios le regaló, la vocación que Dios le dio, la comunidad y la
espiritualidad a la que le llamó, los amigos que tiene, etc.
Lo
mencionado anteriormente se evidencia hoy en día, cuando no es raro que casi
sin darse cuenta la persona se cree “la víctima de las circunstancias”. Con
esto se quiere decir que lo más fácil es echarle la culpa a la familia, al
superior, al profesor, al amigo, al hermano, al padre ausente, a la madre
sobreprotectora, de las cosas que le suceden antes de asumir la responsabilidad
de los propios actos. Y es que hoy está muy difundida la victimización, el creerse y
hacerse las víctimas de los otros y de las circunstancias. En el fondo, no se
está aceptando que las cosas sucedieron, que se dieron así, que hay cosas que
no se pueden controlar. También son muchas las veces que no acepta que actué de
tal o cual manera y no se responsabiliza de los actos.
Se trata
también de aprender a confiar en Dios, sabiendo que existe un designo Divino y
que por alguna razón suceden las cosas; por alguna razón Dios permite que pasen
las cosas, porque hoy en día pareciera que no fuera tan fácil cultivar la
confianza en Dios, su plan y en su divina providencia. Por ejemplo, hace un
tiempo en un viaje a los Estados Unidos, tenía que llegar a tres ciudades
distintas a dar charlas y talleres. Cuando terminaba las cosas que tenía que
hacer en la primera ciudad sobrevino una tormenta de nieve que impidió que
llegara a la otra ciudad y, por tanto, no llegaría a una charla y a una
entrevista. Podía percibir en ese momento que el Señor me decía: “No es tu
Plan, es el mío”, “No es lo que tú quieres hacer, es lo que yo quiero”. Así que
permanecí asombrado de la providencia de Dios. Estuve muy alegre de percibir la
pedagogía de Dios, educándome en aprender a confiar cada día más en él y su
Plan. Percibí que Dios me invitaba a abrirme a su paternidad providente y es
que Dios siempre sale a nuestro
encuentro aunque muchas veces yo no me dé cuenta. Es importante descubrir y
abrirse a la paternidad de Dios en mi vida, para que de esa manera crezca en
amor y confianza en Él.
En este
momento, sería muy bueno que usted, lector, se cuestione y pregunte sobre su
relación con Dios Padre. A veces se acostumbra a establecer una relación con
Jesucristo y se deja de lado al Dios Padre y, en muchos casos, también al
Espíritu Santo vivificador. Dios es el Padre providente, amoroso, tierno,
dulce, el cual sale constantemente al encuentro, para amar una y otra vez.
Todos tienen
un padre y una madre. Está inscrito en el Plan de Dios que se tenga unos padres
determinados. No se eligen, sino que ellos son el medio por el cual se ha sido
engendrado, los padres son la imagen de Dios Padre para cada uno, quiera o no,
y la relación que se tiene con los padres ayuda a reflexionar sobre la relación
con Dios Padre. Cada uno sabe muy bien cómo es su padre y madre y cómo se ha relacionado con él o ella, no es
ajeno para ellos haber vivido relaciones difíciles con sus padres, donde ha
habido indiferencias, maltratos, faltas de atención: o bien una severidad y
dureza excesivas. Los padres biológicos también son hombres y mujeres frágiles
y heridos.
Humberto
Del Castillo Drago
Sodálite
Psicólogo
Director
General de Areté
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