¿Qué es la vida?
El
término vida no siempre significa lo mismo, es decir, no es unívoco, porque se
habla de vida vegetal, animal, humana, divina, intelectual, espiritual,
afectiva, etc. Ahora, en el latín es donde se encuentra el origen etimológico
de la palabra vida. Concretamente procede del vocablo vita, que a su vez emana
del término griego bios. De esta forma, “Bios y Vita” significan vida.
No
obstante, el concepto vida es abstracto y, en ocasiones se encuentra extraído o
relacionado con vivir. Asimismo, este término se refiere al conjunto de
actividades realizadas por parte de seres humanos llamados “vivientes” (Monge,
Medicina Pastoral, p. 66).
Sabemos
que existe una enorme variedad de seres vivos, dese los que constan simplemente
de una sola célula, hasta aquellos que están bien formados, como es el caso del
organismo humano, por millones y millones de ellas. Sin embargo, el concepto
vida no se aplica a un virus que crece en un árbol o un caballo, porque los
seres vivos están clasificados de acuerdo con la complejidad de funciones que
pueden ejercer, y usamos como punto de referencia o vértice dirá Natalia López,
la vida biológica humana. Pero, ¿qué es lo propio de la vida humana? ¿cuál es
la situación del hombre en el orden de los seres vivos?
Para
dar respuesta a las preguntas generadas con anterioridad, es importante decir
que cada ser humano, cada hombre, cada persona, tiene una vida humana, una
biografía y una historia personal que trasciende y que no puede ser reducida a
su vida meramente biológica. Debido a que sabemos que el hombre es unidad
inseparable, invitado a la trascendencia, a la perfección y a la felicidad y
también reconocemos al ser humano como un ser contingente, limitado, necesitado
de alguien o de otros; en ese contexto lo reconocemos como criatura divina,
como hijo de Dios, creado a imagen y semejanza del creador e invitado a
participar de la naturaleza divina. Es decir, está invitado “a ser como Dios”,
en el sentido de plenificar su vida, amando y sirviendo. Está invitado a vivir
feliz en el amor y la donación a los demás, y para fomentar la capacidad de
actuar como persona, deberá alcanzar un proceso temporal psíquico-orgánico, en
un desarrollo físico, desde la concepción hasta la muerte, y aunque, en
distintos momentos y situaciones de su vida no está capacitado para actuar como
persona, no deja por eso de serlo.
Enrique
Rojas en su libro La Ilusión de vivir, dice que toda vida es una promesa y un
misterio. Promesa, en tanto que posibilidad de llegar algún día a alcanzar
ciertas metas, de acuerdo con las posibilidades que cada uno presenta: tratar
de sacar lo mejor, esperar resultados, y en una palabra, aprender a ver lo que
el futuro nos va deparando. Mientras que el Misterio representa cualquier
trayectoria biográfica que está repleta de ángulos, laderas, vertientes, zonas
intransitables que son difíciles de comprender en su totalidad, y que van
dejando un cierto rastro de nexos -a veces deshilachados- con escasa
continuidad (p. 23, 24).
Por
último, en la actualidad se logra apreciar muchas personas “rotas” e infelices.
Hoy vemos mucha gente triste, ansiosa, deprimida e infeliz, y nuestra sociedad
actual, dice Rojas, está neurótica, está psicológicamente enferma, lo cual no
quiere decir que no existan muchas cosas buenas, positivas y enriquecedoras.
¿Qué es la Reconciliación?
Iniciemos
planteando algunos interrogantes para desarrollar el tema de la reconciliación:
¿Por qué hablar de reconciliación? ¿Por qué
es importante vivir la reconciliación?
La
palabra reconciliación nos remite inmediatamente a quien es capaz de recomponer
lo quebrado. La reconciliación con Dios es la primera, se podría decir que es
la fundamental y fondal. De ella surgen los otros niveles de reconciliación:
con uno mismo, con los demás y con la naturaleza o con el mundo también se
dice.
La
reconciliación supone, en primer lugar, superar la radical ruptura que es el
pecado, origen y raíz del mal y conflicto en el mundo. Posteriormente, si nos
miramos a nosotros mismos, nos vamos a dar cuenta que somos seres contingentes
y limitados. También vamos a descubrir que por más que anhelamos estar cerca de
Dios, hacer las cosas bien, estamos “rotos”, partidos. Es, decir, en palabras
de San Pablo: “No hacemos el bien que queremos. Hacemos el mal que no
queremos”. De esta manera, Tú y yo vivimos la ruptura y es por ello que
necesitamos reconciliarnos. Se trata entonces de reunir lo separado para
recomponerlo y, en vista de que el hombre vive alienado, despersonalizado,
enajenado y fuera de sí, el mundo vive una crisis de valores. Así que por debajo
de los males y conflictos de la sociedad, hay una herida profunda y fundamental
en el hombre mismo, origen de toda ruptura: el pecado. Esa es la ruptura
central y fundamental que tiene que ser sanada y reconciliada. Además, la tarea
de los psicólogos consiste en ayudar a sanar y reconciliar las heridas
emocionales, afectivas, psicológicas, psico-espirituales, de manera que el
hombre se abra a vivir una existencia libre, virtuosa y reconciliada.
Vida Reconciliada:
Todo
ser humano está invitado a abrirse al don de la reconciliación en su vida; toda
persona está invitada a una vida feliz y reconciliada, porque somos seres para
el amor, para el encuentro y la comunicación profunda. Por lo que no somos
seres para la muerte y el odio, sino que estamos invitados a avanzar en nuestra
aceptación y reconciliación personal. Así que dedicamos toda la vida a buscar
la felicidad y no siempre se encuentra, debido a que, en ocasiones el hombre se
equivoca de camino, e incluso podríamos decir que arrastra errores del pasado,
heridas no sanadas, hechos no aceptados y no reconciliados.
Cuando
la salud mental hace referencia “al equilibrio armónico entre las diferentes
funciones psíquicas”, se está refiriendo a que el hombre o la persona, viva una
existencia sana y reconciliada. Para ello es fundamental el conocimiento
personal, así como el trabajo en la reconciliación de su vida y de su historia
personal. También la salud mental hace referencia a la integridad y adecuado
funcionamiento de las capacidades cognitiva, afectiva, ejecutiva y relacional
del ser humano. Por medio de la capacidad cognitiva, la persona conoce y juzga
el mundo que lo rodea; por medio de la capacidad afectiva, introduce emociones
en su vida convirtiéndolas en auténticas vivencias; la capacidad ejecutiva es
la que permite llevar a cabo una acción de acuerdo con lo que se conoce y las
vivencias que se tiene; la capacidad relacional aporta recursos y estrategias
para moverse adecuadamente en el ámbito social.
Cabanyes,
en su libro La salud mental en el mundo actual, dice que: “La integridad y
normal funcionamiento de todas estas capacidades no solo hace referencia a la
salud mental, sino que tiene consecuencias directas sobre una característica
esencial y definitoria del ser humano: la libertad”. (p. 74).
De
esta manera, en el Centro Areté tenemos una oración dirigida a uno de nuestros
santos patrones: “Pablo de Tarso” que dice que interceda por nosotros para que
podamos avanzar en el noble combate por vivir una existencia virtuosa. Es
decir, una existencia virtuosa implica una vida que busque la reconciliación
consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y el creador. Está es una tarea
de toda la vida; para cualquier ser humano. Para el psicólogo, para el
psiquiatra, para el paciente o asesorado, para toda persona humana.
Ahora
bien, el hecho de que hablemos de la virtud y de la reconciliación no significa
que seamos los más virtuosos y reconciliados; quiere decir que todos los días
renovamos lo que decimos en la oración; que la existencia virtuosa se construye
en el día a día, es una lucha, un combate, una aventura; implica un esfuerzo
diario y cotidiano. Es un camino incluso con muchas caídas puesto que somos
débiles y frágiles. La actitud areteica y virtuosa es levantarse una y otra
vez; pedir perdón, aceptar con humildad nuestros defectos y seguir corriendo,
seguir avanzando en el noble combate del cual nos habla San Pablo.
Humberto
Del Castillo Drago
Sodálite
Psicólogo
Director General de Areté
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