Hoy en día no es raro que el hombre viva negando su
propia identidad, porque muchas veces se aliena y despersonaliza, reduciendo su
vida a una sola dimensión de su ser. Nos
creemos nuestro cuerpo, endiosamos nuestros sentimientos y emociones, vivimos
aferrados a nuestros pensamientos y proyectos con dogmatismo y cerrazón o
huimos de todo cuestionamiento a través de nuestras máscaras y roles.
El ser humano se olvida que es persona, ser para el
encuentro, creado por Dios, a su imagen y semejanza, para participar de la
naturaleza divina. Dios, el Ser y Amor
por excelencia, nos creó para que seamos felices, plenificando nuestra vida,
decodificando adecuadamente nuestros dinamismos fundamentales de permanencia y
despliegue.
La persona se olvida que en lo mas profundo de su
ser, de su mismidad, Dios lo invita a ser
su amigo, lo invita a participar de su misma vida, a participar de la vida del
Señor Jesús. “Con el Señor Jesús la vida humana adquiere su sentido más pleno,
porque en Él, el ser humano puede alcanzar su máxima grandeza; en Él y por Él
puede alcanzar todos los bienes anhelados y reservados para él; en Él, por Él y
con Él puede alcanzar el pleno despliegue y total realización de su existencia.
Y lo más importante es que este proceso y despliegue, que se inicia ya en el
terreno peregrinar, verá su culminación en la vida eterna donde Dios ha
preparado para aquellos que lo aman «lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni
al corazón del hombre llegó (1Cor 2,9)” [1]
Es importante recordar que estamos llamados a ser
cristianos, que somos convocados a ser como el Señor Jesús, a vivir aquello que
nos dice el apóstol san Pablo en su Carta a los Gálatas (2,20): “Vivo yo, mas no yo, es Cristo quien vive en
mí”. La vida cristiana no es ni aburrida, ni triste. Cuando es llevada
auténticamente es todo lo contrario, es una vida llena de alegría, de amor, de fe
y de esperanza. La persona humana está
invitada a responder a la pregunta fundamental por su propia identidad
siguiendo al Señor, siendo como el Señor Jesús, hijo de María.
Jesucristo responde a todas las inquietudes y
necesidades del ser humano. Sólo Él es el único capaz de responder a los
anhelos más profundos de la persona porque “el misterio del hombre sólo se
esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (GS 22).
La clave de la vida de todo ser humano consiste en
la centralidad de Cristo, abrirle la mente y el corazón, encontrarse con Él, conocerlo,
descubrirlo, saber quién es, para seguir su ejemplo y su vida. Jesucristo
responde integralmente al ser humano y en lo mas hondo de sus cuestionamientos.
Sin la verdad que nos trae el Señor tendremos una visión reductiva del ser
humano como la que nos ofrecen las ideologías, la sociología o la misma psicología.
Si quiero responder a mi propia identidad es clave
preguntarme si conozco al Señor, si vivo como Él y además si conozco mi
vocación particular, si he descubierto para qué he sido creado. Dios me ha
hecho para algo, me creó con una misión particular dentro del gran llamado a la
vida cristiana. En la medida que sea persona, cristiano y despliegue mi
vocación particular voy a plenificar mi existencia y cooperando con la gracia
podré ganar el Reino de los Cielos.
Humberto Del Castillo Drago
Sodálite, Psicólogo y Director General de Areté
En pocas palabras bien esclarecido. La vocación a ser persona y a la vida. Cuando no se visualiza el eje el ser humano pierde estabilidad en todo sentido"
ResponderEliminar