viernes, 6 de septiembre de 2019

Esquemas Disfuncionales o Trampas Vitales


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Se considera importante y útil profundizar en los presupuestos fundamentales de la Terapia de Esquemas de los psicólogos Jeffrey Young y Janet Klosko (2001), puesto que los mismos aportan distintas técnicas y herramientas para que la persona trabaje, cambie y mejore en sus distintos rasgos de personalidad, los problemas o insuficiencias que pueden darse en estos son denominados desde esta visión como esquemas disfuncionales o trampas vitales. Particularmente, en el libro Reinventa tu vida, afirman lo siguiente:

Un niño tiene ciertas necesidades primordiales como seguridad básica, relación con los demás, autonomía, autoestima, autoexpresión y limites realistas. Si estas necesidades se satisfacen, el niño crece psicológicamente, pero si hay un déficit grave, aparecen problemas. Nosotros denominamos a ese déficit con el nombre de trampas vitales (p. 52).

Se considera importante entonces entender cómo la insatisfacción de las necesidades primordiales de un niño puede generar problemas psicológicos, esquemas mal- adaptativos, déficits en la personalidad o trampas vitales. Young (2013), afirma que los esquemas se derivan de necesidades emocionales nucleares insatisfechas durante la infancia. 

Así que define 5 necesidades nucleares de los seres humanos:

1. Vínculos seguros con los demás (incluye seguridad, estabilidad, cuidados y aceptación).
2. Autonomía, competencia y sentido de identidad.
3. Libertad para expresar necesidades y emociones válidas.
4. Espontaneidad y juego.
5. Límites realistas y auto-control.

Dichas necesidades son universales, todas las personas las tienen, aunque las necesidades de algunos individuos son más intensas que las de otros. Una persona psicológicamente sana es el que puede satisfacer de manera funcional estas necesidades emocionales nucleares. Siguiendo a Young, no se puede dejar de mencionar un factor fundamental en el desarrollo de los llamados esquemas desadaptativos o trampas vitales: el temperamento. Este es innato y tiene una serie de rasgos que se ubican en cada uno de los siguientes rangos de posibilidad: introversión-extroversión, pasivo-agresivo, emocionalmente monótono-emocionalmente intenso, ansioso-tranquilo y sensible- invulnerable.

En este sentido, Young (2001) entiende el temperamento como la combinación de esas dimensiones. La herencia y el entorno conforman e influyen al ser humano. Además, la influencia más importante es la familia, ya que sus dinámicas fueron las mismas de nuestro mundo más precoz. Cuando en la vida adulta se reproduce la trampa vital, lo que casi siempre se repite es el drama de la infancia familiar. En la mayoría de los casos, la influencia de la familia es más intensa en la primera infancia y progresivamente declina a medida que el niño crece. Además, las influencias destructivas de la infancia interaccionan con el temperamento y conforman las trampas vitales. Dichas trampas vitales o esquemas mal adaptativos tempranos constituyen estructuras extremadamente estables y duraderas que se elaboran en la infancia, se desarrollan a través de la persona y son disfuncionales en grado significativo. Estos esquemas sirven como plantillas a través de las cuales se procesará posteriormente la información.

Psi. Humberto Del Castillo Drago.

Sodálite.
Director General de Areté.

viernes, 30 de agosto de 2019

Las Necesidades Psicológicas Fundamentales

 Estudio, Leer, Libro, Biblia, Corán, Religión


El ser humano posee dos necesidades psicológicas básicas y fundamentales. La necesidad de seguridad y la necesidad de significación. Del Castillo (2016), afirma al respecto que:
La necesidad de seguridad explica que el hombre requiera una base, un piso, una raíz, un sustento. ¿Cómo se plasma esto? ¿Qué le da seguridad a la vida? Por ejemplo, el amor de unos padres, el cariño de una familia, la presencia y comunicación de padres y hermanos (p. 26).
La necesidad de seguridad se manifiesta en las tres dimensiones de toda persona (biológica, psicológica y espiritual), en donde la posibilidad de tener una base segura es clave para su tranquilidad. Es decir, el hecho de sentirse materialmente seguro y saber que no hace falta comida, abrigo y tener un lugar seguro para vivir. Por otro lado, desde la dimensión psicológica, se concibe que todo ser humano necesita sentirse afectiva y emocionalmente seguro, sabiendo que las personas que rodean su vida o que suelen ser significativas le quieren, aman, respetan y puede confiar en ellos. Así como estar libre de miedos, angustias, ansiedades, tristezas patológicas, culpas o vergüenzas que lo esclavicen.
Desde la dimensión espiritual, la persona necesita sentir que Dios le ama como un padre providente y misericordioso que nunca defraudará su ser. Esta necesidad está fundada antes que nada en la conciencia de que su existencia le ha sido otorgada por un Creador, un Ser Supremo de quien necesita para permanecer siendo lo que es.
La necesidad de significación es la de saber que nuestro ser posee una existencia, un sentido con una finalidad, con un objetivo o meta. La persona humana entonces se sabe valiosa e importante, tanto para sí mismo como para los otros. Esto se comprende porque todo ser humano tiene la necesidad de ser aprobado o reconocido por lo que hace, recibiendo aliento y aprobación por las cosas que hace bien, resaltando las consecuencias positivas de sus actos, aun en medio de errores o carencias. En el libro Reconciliación de la Historia personal, se profundiza en esto diciendo que:
Otra dimensión de la necesidad de significación es la de la afectividad, que no es otra cosa que la facultad de amarse a uno mismo, amar a los demás y amar al creador.
Dicha afectividad es también la capacidad de resonar interiormente de la persona, donde existen sentimientos, emociones, ilusiones, motivaciones y pasiones (p. 27).
Por todo ello se dice que la necesidad psicológica de significación es la que expresa aceptación personal, valoración de sí mismo y amor. Además, es importante tener en cuenta que tanto la necesidad de seguridad como la de significación están íntimamente unidas y relacionadas entre sí, debido a que en la vida cotidiana se manifiestan casi de manera simultánea.


Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite.
Director General de Areté.

domingo, 25 de agosto de 2019

¿Que es la Felicidad?


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Yepes y Aranguren (2003), establecen que: “La felicidad es aquello a lo que todos aspiramos, aun sin saberlo, por el mero hecho de vivir” (p. 157). Efectivamente, todos los seres humanos poseen en lo más hondo de sí mismos (mismidad) un anhelo o nostalgia de felicidad, de infinito y de reconciliación que los lleva a buscar la felicidad. Es importante reflexionar sobre qué se entiende por “felicidad”, debido a que no es raro que, en medio del relativismo imperante, haya también confusión, subjetivismo, ignorancia y gran cantidad de errores al respecto.
La palabra felicidad es entonces sinónimo de realización personal o vida lograda que implica un crecimiento y desarrollo en todas las áreas del ser humano. Rojas (2009), afirma que: “La felicidad consiste en tener un proyecto de vida coherente y realista” (p.74). Por su parte, Yepes y Aranguren (2003), conciben que la felicidad sería el bien incondicionado, el que dirige todas las acciones del ser humano y colma todos sus deseos.
Ese “bien incondicionado”, no sería, evidentemente, medio para conseguir ningún otro, porque los contendría a todos, y alcanzarlo supondría tener una vida lograda. Así mismo, los clásicos nunca vacilaron en decir que un bien semejante sólo podía ser el Bien Absoluto, es decir, Dios.
Ahora bien, recordando lo que dice Rojas (1994), es importante insistir en que la felicidad es el bien supremo perfecto, y su objetivo es la realización plena de uno mismo.
Es en este sentido que se comprende como la aspiración más completa del ser humano, la más alta, su vocación fundamental, su inclinación primaria hacia la que apuntan todos sus esfuerzos, así como la meta suprema y el horizonte hacia el cual se camina. En este orden de ideas, el mencionado autor afirma en su libro Los lenguajes del deseo, lo siguiente:
La felicidad consiste en tener una vida completa, coherente, en la que los deseos hayan salido bien o hayan fracasado, pero que por encima de todo tracen un hilo de fondo que lo enlaza todo: un sentido de la vida. Eso es lo que descubrimos los psiquiatras al perforar la superficie de una biografía. Voy a ser más apasionado en mis palabras: hay que hacer de la propia vida una pequeña obra de arte (p. 11).
Además, será preciso añadir esta cita a continuación que se considera importante para seguir profundizando en esta conceptualización:
La felicidad es saber vivir como persona, buscando que la existencia sea lo más plena posible, pero llena de amor auténtico. Hay que buscar una vida que merezca la pena ser vivida, en la que los deseos sean analizados en su conveniencia o aplazamiento, pero que nada humano sea rechazado de entrada. Ser feliz es alcanzar una vida rematada, redonda, completa, entera, bien estructurada, con el menor número posible de incoherencias en su seno, presidida por el amor y el trabajo, la entrega y la actividad que busca el bien propio y de los demás” (p. 35).
La felicidad consiste entonces en llevar o haber llevado una vida de plenitud, de finura de espíritu o bien acabada. Produciendo esto la paz y alegría que se requieren para conservar la felicidad. Pero se debe entender bien que ese “estar acabada”, significa dos cosas: 1). Que es una síntesis del proceso de vivir y 2). Que esa plenitud la hace perdurar y la sitúa por encima del tiempo.
A continuación, se desarrollarán algunas características de la felicidad con base en el libro Yo también quiero ser feliz de Perazzo (2016):
1. COMUNIÓN: Se concibe que desde la relación con los demás se encuentra la plenitud basada en la comunión con Dios. Esto se explica porque la persona es un ser para el encuentro, el amor, la comunicación asertiva y de las existencias.
2. UNIVERSALIDAD: Esto quiere decir que está al alcance de todos, es decir, todos los seres humanos están invitados y son capaces de ser felices.
3. PAZ: Cuando alguien es feliz experimenta paz y serenidad en medio de los retos, desafíos y tribulaciones que conlleva la vida cotidiana.

4. INALIENABLE: Se comprende en el sentido en que nada ni nadie puede quitar la felicidad de otro, a menos que la persona elija dejar de ser feliz.


Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite.
Director General de Areté.

martes, 20 de agosto de 2019

Madurez integral y felicidad

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Del Castillo (2017), afirma que: “El hombre está invitado a lograr la madurez en sus tres dimensiones y en sus tres facultades. Se está hablando de una madurez integral como persona humana, como ser para el encuentro” (p. 18). Así que las dimensiones mencionadas son física, psicológica y espiritual, mientras que las facultades son: inteligencia, afectividad y voluntad. Lograr la madurez quiere decir entonces lograr la armonía, el equilibrio, el señorío o la maestría de sí mismos en las tres dimensiones y las tres facultades que posee el ser humano.
De acuerdo con esto, se trata de un proceso o camino que puede durar toda la vida y que cada persona vivencia en sus etapas. Se considera importante decir en este momento que una persona que adquiere la madurez integral coopera también con su progreso en la felicidad y realización personal. Además de la madurez integral, es necesario abordar el tema de la madurez psicológica. Esto se menciona en el libro Afectividad y Sexualidad en la vida cotidiana, cuando se establece que:
En lo que se refiere a la dimensión psicológica, se encuentra la vivencia interior de la persona: ideas, criterios, emociones, sentimientos, pasiones, motivaciones, deseos, sensibilidad y percepción, entre otros. Es en esta dimensión donde se estructura la aproximación a la realidad, debido a que le permite a la persona entrar en contacto con el mundo que le rodea (p. 16).
Por otro lado, Sarráis (2013), en su libro Madurez psicológica y felicidad, explica la madurez psicológica como una cualidad que es consecuencia de la relación equilibrada y armónica entre razón, voluntad y afectividad. Por este motivo, la educación de la madurez psicológica se ha denominado también educación de la afectividad. En este sentido, menciona que:
La tarea de armonizar cabeza y corazón es una obra de arte psicológica, más difícil de realizar que las creaciones de los más famosos artistas, pero mucho menos cotizada.
Se parece, en cierto modo, a la tarea de lograr dominar un instrumento musical, pues requiere muchas horas de ensayo durante toda la vida (p. 24, 25).
La madurez psicológica implica así la reconciliación en cuanto posibilidad de tener cierto tipo de orden y armonía en las facultades psíquicas y alcanzar el máximo desarrollo de dichas facultades, como: inteligencia, voluntad, afectividad, tendencias, imaginación, memoria, entre otras. Estas buscan entonces instaurarse mediante la acción externa o conducta observable en la persona y la acción interna que conlleva las mismas.


Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite.
Director General de Areté.


jueves, 15 de agosto de 2019

Identidad personal y mismidad

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Es importante recordar que el ser humano es una persona invitada a vivir el amor y el encuentro, siendo un hijo de Dios que ha sido creado a imagen y semejanza de su creador y que está llamado  a participar de la naturaleza divina. Esto es un breve resumen de la identidad de la persona, es una manera de responder a la pregunta por el ¿Quién soy?, que es la pregunta por la identidad de sí mismo. La persona que anhela ser feliz tiene por norte y brújula de su existencia diaria la respuesta que dé a dicha pregunta. En esta misma línea, Schnake (citado por Del Castillo, 2016), menciona durante la conferencia sobre Identidad Personal, Personalidad y Sexualidad en el I Seminario Psicología y Persona Humana, algo muy interesante: “La identidad personal es aquello que nos identifica con nuestro ser más íntimo, que nos permite reconocernos como persona humana única en el tiempo y que nos orienta en la dirección del desarrollo de la plenitud de nuestro ser” (p. 30). 
Es importante anotar que es Dios quien crea al hombre y, por tanto, es él quien le otorga su identidad, la misma que está invitado a madurar, desarrollar y desplegar. Asimismo, esta palabra identidad proviene del término latino “identitas” que a su vez proviene de “idiem” que significa “lo mismo”. Es importante considerar la permanencia, continuidad y posibilidad de ser lo mismo que tiene el ser humano con el paso del tiempo. Del Castillo (2017), describe además que: 
La identidad personal está conformada por distintos elementos y aspectos que la persona va descubriendo, madurando y desplegando. Está conformada por tres aspectos: ser persona, ser cristiano y la vocación particular de cada quien. Así que la identidad es aquello que otorga continuidad a la persona en el tiempo, es lo que hace que siga siendo ella misma, a pesar de los cambios que pueden ir afectándola con el pasar del tiempo (p. 21).
La persona está en constante cambio, desarrollo y despliegue según su identidad y mismidad, la persona es, pero no está hecha, tiene una naturaleza desde la cual se hace, crece y se desarrolla. La identidad personal no cambia, resiste los cambios biográficos. En este orden de ideas, hay que decir que la mismidad es el elemento central de la identidad; es el núcleo, el sello más íntimo, más profundo de la identidad; es la que lo define como persona única e irrepetible. (Del Castillo, 2017).
Frente a todo esto, es importante tener en cuenta que en nuestra sociedad actual un grave problema es el reduccionismo del ser humano cuando se trata de entenderlo solo desde una de sus dimensiones y aspectos que se toma como explicación global de su realidad personal. Del Castillo (2016), lo describió así:
Se pueden distinguir cuatro ilusiones con las que la persona tiende a reducirse; estas son: identificar el ser y la realización con el cuerpo, pensamientos, sentimientos o con mis realizaciones y personajes. Estas serán estudiadas a continuación. Primero, cuando el ser humano sólo constituye el cuerpo como la parte central de su vida se cumple la ilusión de “me creo mi cuerpo”, lo idolatra y le rinde culto como si fuese lo más importante de su vida. Tres claras manifestaciones de culto a la dimensión física de la persona son los vicios hermanos de la gula, la pereza y la lujuria. Segundo, cuando el hombre cae en el “me creo mi pensamiento”, está aferrado a sus ideas, pensamientos y razonamientos. Se deja envanecer y ensoberbecer con sus planes y proyectos personales, sin importar los de los otros; no escucha a nadie, se cree la medida de todas las cosas. Tercero, cuando está presente el “me creo mis sentimientos o emociones”, la persona “endiosa” su mundo emocional y sólo sabe reaccionar desde sus gustos y caprichos. Cuarto, cuando el ser humano opta por el “me creo mis realizaciones y personajes”, vive esclavizado a sus roles, personajes y máscaras. Reduce su vida al “rol” o “personaje” y se olvida de quién es (p. 30-31).
Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Sodálite.
Director General de Areté.

sábado, 10 de agosto de 2019

Educando Emociones

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Desde mis años de estudiante de psicología siempre me llamó la atención y me pareció un tema muy sugerente y apelante el de las emociones, el de la madurez afectiva y su vínculo con la sexualidad y genitalidad. Es así que ya hace un tiempo escribí un libro titulado “Afectividad y Sexualidad en la Vida Cotidiana”. El presente artículo lo escribo con base a ese libro. Me voy a concentrar en un tema que considero fundamental para lograr una existencia feliz y virtuosa, dicho tema es el de la educación de las emociones.
Un rasgo o característica del hombre contemporáneo en términos psicológicos, es su inestabilidad emocional, puesto que está poco acostumbrado a regirse por sus criterios o su razón, y esto se traduce en la costumbre de responder desde lo que siente, desde lo emocional. Por lo que actualmente parecerá que sólo importa lo emocional o sentimental. Hoy por hoy, no se reflexiona si es adecuado o dañino, se plantea que lo importante es “sentirse bien”, más allá del bien o del mal, es decir, más allá de lo moral y de lo ético, e incluso sin importar si es inadecuado o no.
¿Qué es una emoción?
Es una vivencia o expresión de la afectividad de la persona. Es una respuesta o reacción afectiva o sentimental ante determinado estímulo.
Deriva de la palabra latina emovere, que significa agitación. Por tanto, podemos decir que la emoción, es una conmoción interior generalmente brusca, aguda, rápida, espontánea y súbita que se produce en la afectividad o estado de ánimo de la persona. La emoción siempre viene acompañada de manifestaciones físicas tales como sudoración, taquicardia, dificultad respiratoria, etc. Su duración es breve y escueta. Las emociones son neutras; en el sentido que no se les puede dar una connotación moral, o decir que son buenas o malas, positivas o negativas, simplemente existen, se dan, son reales, son una respuesta afectiva ante algo que se presenta como atractivo o amenazador. En ese orden de ideas es importante decir que las emociones son adaptativas, puesto que me sirven para adaptarme al medio o a los distintos momentos o etapas que estoy viviendo. Por ejemplo: estoy triste porque ha muerto un amigo, me alegro cuando mi equipo de fútbol preferido mete un gol, me da miedo caminar por una calle oscura y sola, me da miedo encontrarme de pronto con un perro que me ladra.
Ante todo esto, nos parece fundamental plantear la importancia de la educación de las emociones, para que la persona pueda avanzar en su madurez afectiva y una existencia feliz y virtuosa.
Se trata de que cada quien conozca sus emociones primarias y vaya aprendiendo cotidianamente a manejar sus emociones, de manera que pueda crecer en estabilidad, armonía, paz y reconciliación.

Psi. Humberto Del Castillo Drago.
Magister en Psicología.
Director General del Centro Areté.

sábado, 4 de marzo de 2017

¿Qué es la Virtud?



En griego significa Areté. Es una palabra cargada de sentido y de distintos sinónimos, porque el término original griego no tiene una traducción exacta al castellano. Es decir, es un término plulivalente, debido a que posee muchos significados.

En una primera aproximación que parte de la cultura griega, parece importante recordar el significado de Areté como maestría o excelencia, señorío de sí mismo, el cual se relaciona con un horizonte caballeresco y noble de alguien que en pleno dominio de sus facultades, tanto espirituales como psíquicas y físicas, es capaz de vivir coherentemente según un ideal. De esta manera, la persona logrará la unificación de sus capacidades para orientarse en la vida cotidiana hacia una determinada meta, y superar las adversidades.

Se puede decir que la Areté es la cooperación humana con la gracia que conduce a la reconciliación de las facultades del ser humano. ¿Qué quiere decir esto? Que la virtud -unida a la gracia de Dios y a la fuerza del Espíritu Santo- nos conduce a la unión, a la reconciliación personal.

Por otro lado, Pieper (2010), en su libro Las virtudes fundamentales, afirma algo muy interesante para ser traído a colación:

La virtud significa que el hombre es verdadero, tanto en el sentido natural como el sobrenatural. Afirma que la virtud es la elevación del ser en la persona humana, es lo máximo a que puede aspirar el hombre, o sea, la realización de las posibilidades humanas en el aspecto natural y sobrenatural (p.15).

Asimismo, para seguir profundizando en el concepto de virtud, es necesario comprender la definición del Catecismo de la Iglesia Católica, el cual afirma que:

La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios (No.1803).

La virtud es una cualidad, un hábito operativo bueno de la persona, pero también tiene un opuesto en el vicio. Revisando alguna de las definiciones de la RAE, se encuentra que vicio es “hábito de obrar mal” o “defecto o exceso que como propiedad o costumbre tienen algunas personas, o que es común a una colectividad”. Así, la virtud es además la respuesta de cooperación con la gracia de Dios que realiza el hombre para madurar en el camino de la fe. Así que el ser humano va madurando por este camino de la fe hasta la plenitud del amor, núcleo interior de la virtud, para conquistar una calidad humana, abriendo las facultades y potencias a los impulsos de la gracia, para permitir que el Señor Jesús viva en cada uno de nosotros.

Además, algunos rasgos que cualifican la virtud y que implican la cooperación con la gracia de Dios, son los siguientes:

®  Un dinamismo reconciliador que unifica todas las potencias y facultades del ser humano, otorgándole armonía e integración.

®  El señorío de sí, el cual habla de autodominio y autocontrol, para mantener una recta jerarquía y orden de las fuerzas interiores.

®   Una grandeza de espíritu referida a la magnanimidad y generosidad del hombre que rige su conducta por ideales y valores elevados.

®   El sentido del deber entendido como una conciencia de responsabilidad frente a las metas e ideales que lo lleva más allá de sus propios caprichos o gustos.

®  La libertad que lo hace disponible, pues el virtuoso no se ve atado por ideales rastreros y mezquinos; se descubre libre de lo contingente, de lo circunstancial.

®    La virtud implica también una lucha heroica en la que se prueba la capacidad de sacrificio, de entrega y de abnegación.

®  Nos conduce a la semejanza divina, pues lleva al ser humano a transcender el plano meramente natural y contingente para situarlo, al responder a la gracia, en un horizonte de plenitud sobrenatural.



Psi. Humberto Del Castillo Drago
Sodálite
Director General de Areté