“Junto a la conciencia queda también oscurecido el sentido de Dios, y entonces,
perdido este decisivo punto de referencia interior, se pierde el sentido del
pecado. He aquí por qué mi Predecesor Pío XII, con una frase que ha llegado a
ser casi proverbial, pudo declarar en una ocasión que «el pecado del siglo es
la pérdida del sentido del pecado»”.[1]
Las palabras de Juan
Pablo II resuenan en nuestra mente y corazón para tratar de entender nuestra
propia realidad. En otros artículos hemos entendido la grandeza de nuestra
naturaleza al ser creados a imagen y semejanza de Dios, invitados a plenificar
nuestra existencia viviendo el amor.
Es importante
entender también cómo el hombre, haciendo mal uso de su libertad, opta por
alejarse de su Creador, rompe con Él y peca. El pecado es ruptura, rechazo y
desconfianza del Plan de Dios. Por el pecado la imagen queda oscurecida y la
semejanza perdida. Nuestros primeros padres rompen la comunión con Dios,
quieren alcanzar su realización y felicidad no con Él sino frente a Él, incluso
contra Él.
No podemos entender
la realidad del mundo y del hombre actual si olvidamos la importancia del pecado.
“El mal procede de la desobediencia y el
rechazo con que la criatura humana desde su libertad responde a Dios y a sus
amorosos designios es la fuente de toda ruptura, y no sólo ello, sino es fuerza
de ruptura, de anti-amor que obstaculizará permanentemente el crecimiento en el
amor y la comunión, tanto desde el corazón de los hombres, como desde las
diversas estructuras por ellos creadas, en las cuales el pecado de sus autores
ha impreso su huella destructora”[2].
Muy equivocados estamos
los seres humanos cuando queremos entendernos a nosotros mismos y nos olvidamos
del pecado, que es un dato antropológico fundamental. Hoy en día la conciencia
del pecado y el sentido del mismo están oscurecidos, porque el ser humano vive
de espaldas a Dios y a sí mismo.
Se trata de mirarnos
integralmente, como Dios nos mira, sabiéndonos hijos de Dios, creados por amor
y con una libertad que, mal empleada, introdujo una alteración que afectó la
realidad del ser humano y sus relaciones básicas.
Humberto
Del Castillo Drago
Sodálite, Psicólogo y Director General de Areté
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